Barrio de Salamanca, ayer
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Próxima la excarcelación del violador del ascensor, urge la limpieza de las calles de Madrid, no sea que el personaje, viéndose, de pronto, en medio de un muladar, cacaree y nos monte (a los contribuyentes) un pollo indemnizatorio en Estrasburgo, de cuyo río (¡el Rin!) tomaba aguas Gecé para ungirse “en arianidad de fermento”.
Así que no puede alargarse mucho la huelga de basuras, y no por los fermentos, sino por el miedo al violador del ascensor, primero, y luego, porque no creo que los liberados sindicales aguanten trabajando (volcando papeleras) más de quince días. Un negocio que no da para levantarse a las doce no es negocio, dijo Belmonte a unos que querían contratarlo para una película. Y una liberación que no da para trabajar menos de quince días al año no es liberación.
¿Qué habrá sido de aquellos Caballeros de la Basura que en el agosto del 59 vio Alfonso Reyes en Madrid, mañaneros y alegres, como los jueces de la Audiencia, “por el afán del aseo, que comunica a los ánimos el contento de la virtud”?
De momento la alcaldesa ha hablado del asunto, pero no sé qué ha dicho, pues la ruidajera mediática zumba alrededor del hijo de Ortega Cano intentando (presuntamente) levantarle la cartera “al cliente de un prostíbulo” (!), cuando todavía no ha entrado en vigor la ordenanza municipal inspirada en el Librillo Verde de Jomeini que perseguirá con multas disparatadas, también, a… los clientes de prostíbulos, que tienen toda la pinta de ser los que mueven dinero.
Contra el violador del ascensor vuelve a ponerse de moda en los portales del barrio de Salamanca el cartel de “No funciona”, pero contra la pulsión suicida de la derecha no hay nada que hacer, aunque, si yo fuera Botella, probaría, de perdido (de liberal perdido), a descontar del recibo de la basura los días que no nos la ha limpiado, y del recibo catastral, la bajada de precios que registran los mercados.
“Laissez faire, laissez balayer”.