Montesquieu, el nuevo Cobo de Gallardón
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Al pensamiento de la izquierda española el tuiteo le viene como un guante Varadé.
–Ningún terrorismo es de izquierdas –tuiteó el otro día Llamazares.
Eso lo llega a decir Confucio, y nos lo comeríamos a diario en las galletas del chino.
Cuando en el 74 Villalonga (el marqués de “Desayuno con diamantes”, no el gobernador cultural de Madrid) entrevistó para “Lui” a Carrillo (amnistiado, en efecto, el 1 de abril de 1969), comentando los actos terroristas del momento, el gran timonel contesta:
–Nosotros los comunistas no creemos en el terrorismo. Los actos terroristas de que usted habla (Eta, Grapo, Frap…) son obra de la derecha.
–Si la muerte de Carrero fue obra de la derecha –dice entonces el marqués–, ¿a qué atribuye usted los atentados de la calle del Correo?
–Siempre a la derecha.
Y eso es la izquierda.
Después de negar todas sus fechorías en la huelga revolucionaria del 34, Largo, el Lenin español, se explica en sus memorias: “¿Hice bien o mal al proceder como lo hice? ¿Debía entregar a la voracidad de la justicia burguesa a un defensor del proletariado? Mi conciencia está tranquila, pues ofrecerme como víctima sin beneficio alguno para la causa del proletariado hubiera sido tan inocente como inútil.”
La España del 13 no es la del 34. Los cocheros de Drácula con libreas de Estrasburgo aguardan pacíficamente a los Dexter a las puertas de las cárceles, a Paterra le sirven finos en Córdoba como si fuera Romero de Torres y Gallardón convierte a Montesquieu en otro Cobo mientras Torres Dulce se ajusta el parche de John Ford.
¿Qué necesidad tiene la izquierda de lo que el viejo costumbrismo llamaba “la tea incendiaria”?
La nueva “pax hispánica” está en esa mesa del premio de poesía Ciudad de Burgos a la que se sientan Don Concha, cura al fin y al cabo, y Marcos Ana, miembro, en la guerra, del filantrópico Batallón Libertad que en Alcalá anticipó el otro mundo a quien diera señales de creer en él.