DOMINGO, 1 DE JULIO
Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a
él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de
la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica
con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus
manos sobre ella, para que se salve y viva.» Y se fue con él. Le seguía
un gran gentío que le oprimía.
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.» Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía:
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.» Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía:
-¿Quién me ha tocado los vestidos?
Sus
discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y
preguntas: '¿Quién me ha tocado?'» Pero él miraba a su alrededor para
descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le
había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y
le contó toda la verdad. Él le dijo:
-Hija, tu fe te ha salvado; vete en
paz y queda curada de tu enfermedad.
Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» Jesús, que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga:
-No temas; solamente ten fe.
Y no
permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el
hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa
el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra
y les dice:
-¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está
dormida.
Y se burlaban de él. Pero él, después de echar fuera a todos,
toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra
donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice:
-Talitá kum.
Que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate.» La muchacha se
levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron
fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo
supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.
Marcos5, 21-43