lunes, 30 de julio de 2012

Muñecas rusas

Lo que nunca podremos tener los ingleses es ese maldito Real Madrid
Winston Churchill

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Si los españoles sacamos a Don Quijote, somos castizos. Si los ingleses sacan a James Bond, el Torrente de Su Graciosa Majestad, son renacentistas.
    
Son la civilización –me corrige con ímpetu jovezno Jorge Bustos, que podría ser mi hijo–. Inventaron el fútbol y no están en el euro.

    Le digo que yo no les perdono lo de Owen (el futbolista, no el socialista) y me contesta con liberalidad juvenil que él les disculpa hasta por el sufragio universal y por J. K. Rowling.
    
El espectáculo olímpico de Danny Boyle fue una mezcla del “Directísimo” de Íñigo y el “Aplauso” de Fradejas, sin un solo guiño a Lazarov, que era el bueno. Incluso su número extraordinario, la aparición de Daniel “Torrente” Craig con Isabel II, fue perfectamente imitado por nuestro Alejandro Blanco, doble castizo de Craig, presentando la Casa de España en Londres a nuestra Reina, que tuvo el valor de vestir ese uniforme olímpico adquirido por Blanco en Oportunidades Rusas, cuyo diseño de chándal para nuestros olímpicos parece inspirado en el chándal de los domingos de Gil en Valdeolivas.
    
En la inauguración de los Juegos, Boyle (el cinero, no el químico) partió de un error: pensar que el mundo surgió del Támesis, ¿y cómo tomarse en serio un río en cuyas aguas se bañó Gaspart tras ganarle una Copa a la Sampdoria de Attilio Lombardo?
    
Puesto a contar en tres horas la historia de Inglaterra, Boyle debió contarla entera, con Churchill diciendo lo que le dijo a Alfonso Paso después de un largo rato presumiendo de imperio:
    
Lo que nunca podremos tener los ingleses es ese maldito Real Madrid.
    
Si los ingleses tuvieran al Madrid, Mou estaría en Inglaterra, ajeno a los melones y los hispanistas (Gibson, Carlin, Robinson, The Times) que viven de inventar en España.

    ¿Y qué va a pasar en España?

    En cuestión de fichajes, poca cosa, pues Madrid y Barcelona están atados por el pudor del rescate. El Barça no puede gastar porque representa a Cataluña, que ha pedido el rescate a “Madrit”, y el Real tampoco puede gastar, porque representa a España, que está para pedir el rescate a Berlín.
    
España es una muñeca rusa con al menos diecisiete “matrioskas” en su barriga.
    
Ruso es el chándal de nuestros olímpicos y hasta en el Madrid juega ya un ruso, Cherysev, más español que Petrov, nuestro zar de Vallecas.

    Rusos, en fin, son nuestros queridos piperos, que ya tenemos dicho que la cosa de mondar pipas de girasol (las de calabaza suelen ser de prescripción facultativa para la próstata) sólo por matar el rato es un hábito que trajeron los rusos en el 36, cuando vinieron a España de parte de Stalin para defender, según la obligatoria versión oficial de nuestra socialdemocracia, la democracia burguesa (valga la redundancia, que diría María Escario) del Frente Popular.
    
Mas la duda que seguramente nos acompañe hasta la tumba: ¿cuál era la talla de los zapatos de abanderado de Gasol, que andaba como Tachenko, nuestro bendito ogro de juventud?


GENERACIÓN NINÍ
No vendemos a Kaká, ídolo (una vez desaparecido Zapatero) de la juventud Niní, la que ni estudia ni trabaja. Kaká, ni ataca ni defiende, y su innegable atractivo personal (la zancada elegante, que dicen los cronistas) no basta para que los plutócratas del fútbol saquen la Visa, que hasta Berlusconi se sabe el “Tuna Punk” de Manolo Kabezabolo: “Si ves a los punkis pasar, / no te enamores, tonta del haba…” Por muy elegante que sea la zancada de un punkarro. A Kaká (como a Sahin) lo mata la indolencia, que molesta mucho en la España del paro, donde todo el mundo paga por ver correr a otro.