(Hasta el año de 1975, la Educación para la Ciudadanía, la única asignatura que nunca ha faltado en el menú del escolar español, señalaba el 1 de Octubre como el Día del Caudillo. La Enciclopedia Álvarez, intuitiva, sintética y práctica, Tercer Grado, lo glosaba así: El Jefe del Estado. El Jefe del Estado Español es el Excmo. Sr. D. Francisco Franco Bahamonde, iniciador del Alzamiento Nacional. Por sus excepcionales dotes militares y de Gobierno, Franco fue elevado a la Jefatura del Estado el día 1 de Octubre de 1936.)
"YO PIENSO QUE DEBE TOREAR EL QUE GUSTE AL PÚBLICO"
Por Armando Chávez Camacho
Misión de Prensa en España, 1948
MADRID
En papel membretado, con el escudo de España arriba, el documento rezaba:
"Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos se ha servido señalar la hora de las 10,45 del día 8 de Octubre de 1947 para recibir a V. I. en audiencia, en el Palacio de El Pardo. Dios guarde a V. I. muchos años."
Firmaba el Comandante Fernando Fuertes de Villavicencio, Jefe de la casa Civil.
En el margen se leía: "De chaqué o uniforme."
Hicimos avisar que carecíamos de chaqué y que no nos asistía el menor derecho para portar ninguna clase de uniforme.
Y el día indicado, a hora oportuna, con un simple traje oscuro nos trasladamos a El Pardo, vieja residencia de caza de los reyes españoles situada en las afueras de Madrid.
Al llegar a los amplios terrenos del Palacio se detuvo el coche, un oficial recabó nuestro nombre, lo confrontó con la lista que traía en la mano y nos dejó entrar.
A la puerta del edificio nuestro paso fue saludado por los soldados presentando armas y por la guardia mora inclinando lanzas.
Otro oficial nos acompaña hasta los salones del piso superior -muebles antiguos, gruesos tapetes, profusión de tapices con dibujos de Goya- donde nos recibe gentilmente el Comandante Fuertes, quien hace gratos recuerdos de Díaz Lombardo y Carcho Peralta, y nos pide se los transmitamos.
Breve y agradable charla, y ya estamos, por fin, en un despacho de regulares dimensiones, sentados en cómodo sillón junto a un escritorio lleno de papeles, todo presidido por un crucifijo. A un metro de nosotros, vestido con el uniforme de Almirante de la Marina española, se sienta en otro sillón el hombre que desde hace once años se ha instalado en las primeras planas de los periódicos de todo el mundo. Es el general don Francisco Franco y Bahamonde.
Nos ha tendido rápidamente la mano, y ha sacudido la nuestra con energía y efusión.
Frente a su sencillez cordial, desprovista en absoluto de aires marciales y posturas solemnes, tomamos el asunto con cierta confianza que no amengua el respeto, pero que nos permite hablar a nuestro gusto, preguntar lo que deseamos y decir lo que sentimos, sin cuidarnos ni del protocolo ni del reloj.
LA MISMA LEGISLACIÓN
-La legislación en vigor -nos dice- es sensiblemente la misma de la República, incluyendo disposiciones de la época de la Monarquía.
Cita el caso de los Códigos Penal y Civil, y agrega:
-Salvo en materia laboral, en la que vamos a dar al mundo la sorpresa de presentar todo un cuerpo importante de legislación. Porque el estado Español de hoy es eminentemente social.
CIVILIZACIÓN Y BARBARIE
El general Franco describe los aspectos político y social de la situación que prevalecía en España antes del movimiento que él encabezó, dedicando preferente atención al segundo aspecto.
-Los líderes obreros españoles fueron desbordados por las masas, manejadas y dirigidas éstas por extranjeros, desde afuera, al servicio de la Segunda Internacional de Ámsterdam y de la Tercera Internacional de Moscú. Estallaban las huelgas, paralizando las grandes industrias con perjuicios gravísimos no sólo para los empresarios, sino también para los propios trabajadores, para el pueblo en general y para la economía del País.
Sigue:
-José Antonio lo vio y me lo dijo: esto va hacia el caos. España no se hundirá en el desastre, le contesté, porque el Ejército lo impedirá. ¿Cuándo?, me preguntó. Yo le expliqué cómo el Ejército no podría intervenir sino hasta el momento en que su intervención no pudiera ser tachada de política, y su acción resultara definitiva para la salvación de España. Cuando ya no haya Gobierno o el Gobierno esté en las calles -le dije- es ésta la consigna para la juventud: presentarse en los cuarteles, que el Ejército sabrá responder.
EL HECHO RUSO
-El hecho ruso (Franco nunca alude a Rusia, en concreto, como nación), el hecho ruso es susceptible de interpretación, pero no puede ser negado, porque negando los hechos nada se gana. Y el hecho ruso no se resuelve con la pura fuerza.
-¿No cree usted, general (siempre le llamamos general, nomás), que las bombas atómicas ayudarían?
-Por supuesto que ayudarían, pero el hecho ruso no podrá ser resuelto sino con justicia social. Rechazamos el comunismo porque entraña un materialismo ateo y brutal. Pero no sería una buena solución para el mundo que de una nueva guerra surgiera triunfante un capitalismo que es la esclavitud del hombre y la negación de sus derechos. Se debe dar satisfacción a esas legítimas aspiraciones de los trabajadores que el comunismo aprovecha y explota, y que explican que el hecho ruso se extienda a diversos países en forma de grupos organizados que pueden actuar como quintas columnas.
MARTÍNEZ BARRIO, SÁNCHEZ GUERRA, PRIETO
-A Martínez Barrio lo conozco porque alguna vez tuve que tratarlo con motivo de que ocupó provisionalmente la Cartera de Guerra, durante la República. Es un hombre que tiene cierta simpatía, pero adentro no hay nada. Está completamente hueco.
Saltando sobre Llopis, Álvarez del Vayo, Irujo, etc., a los que ni siquiera menciona, se detiene en Sánchez Guerra:
-Su propio padre opinaba que Rafael Sánchez Guerra no servía para nada. Y no se equivocaba. Sánchez Guerra es muy tonto. Por encargo de su padre lo tuve a mis órdenes. Después trabajó con Don Torcuato Luca de Tena, en ABC. Y don Torcuato me decía: es curioso este don José Sánchez Guerra: muy decente, muy correcto, pero yo tengo que mantenerle al hijo, pues le pago sin que haga nada.
Ahora la emprende contra Indalecio Prieto, el hombre que con su labor hace más bien a Franco en lo político, según se considera entre muchos españoles, llegándose a decir que si Prieto no está a sueldo de Franco, lo parece.
-Indalecio Prieto -afirma Franco- es un politicón. Desde su humilde origen se elevó como líder obrero, y después se vendió a los capitalistas. Fue bueno su papel en la oposición, porque la crítica negativa no cuesta trabajo. Pero en los puestos de gobierno que ocupó no hizo nada constructivo. Y ya no tiene ninguna significación entre los trabajadores españoles. Cuando hace dos años estuve en Baracaldo, cerca de Bilbao, población obrera por donde Prieto fue siempre diputado, al mezclarme con el pueblo y ver que el pueblo se mezclaba conmigo, pregunté: ¿Dónde está la gente que era de Indalecio Prieto? Es ésta misma, me respondieron. Prieto es un hombre, pues, que ya no arrastra a los obreros. Porque, además, en 1936 se dejó arrastrar y desbordar por los comunistas.
GIL ROBLES
Así lo juzga el general Franco:
-Gil Robles fue un hombre de ocasión. Hubo un momento en España en que las derechas necesitaban organizarse, y Gil Robles las organizó. Jugó la carta posibilista de la colaboración con la República. Pero no se ha dado cuenta ni de que esa carta ya se perdió, ni de que después ya se jugó otra carta y que ésta se ganó. Al estallar el movimiento, algunos jóvenes acudieron a Gil Robles en demanda de orientación. Y él les aconsejó que no se metieran sino que dejaran que los rojos y nosotros nos despedazáramos, para surgir él, entonces, con su grupo, y tomar el Poder. Disgustada, la juventud lo abandonó. Un día Gil Robles llegó a Burgos. Mola me llamó por teléfono, diciéndome: "Estoy en un compromiso; como hay muchas gentes que creen que Gil Robles tiene responsabilidad en que la guerra se haya producido, lo quieren matar". Yo le contesté a Mola: "No hay ningún compromiso; tomas las fuerzas que necesites y salva a Gil Robles, pero dile que obre con discreción". Se fue Gil Robles a Portugal, y desde allí nos estuvo ayudando muy bien, porque tenía muy buenas relaciones. Pero luego empezó a mirar hacia el extranjero en busca de una solución para España, sin advertir que después de haber conquistado nuestra liberación con tanta sangre y tanto sacrificio, nunca habríamos de someternos a presiones extrañas.
A LA VUELTA DE LA DEMOCRACIA
El general Franco aborda el tema de la democracia, en estos términos:
-Ahora se habla de la democracia, pero nosotros ya la conocimos. Fue antes de la invasión francesa y de las Cortes de Cádiz. Y aquí no dio resultado. Cuando otros van hacia la democracia, nosotros ya estamos de vuelta.
Y luego, con agudo sentido del humor:
-Pero estamos dispuestos a sentarnos en la meta para esperar a que regresen.
EL CONFLICTO TAURINO
Viendo a Franco lleno de vida, colorado, juvenil, le preguntamos:
-¿Por qué permite, general, que se exhiban en las oficinas públicas una pintura de usted en la que aparece como un anciano? La vimos en el despacho del señor Girón [de Velasco], y como antes estuvimos muy cerca de usted en Alcalá, se lo hicimos notar.
Riéndose, nos contesta:
-¡Qué quiere usted! Son los artistas.
El apellido del Ministro de Trabajo nos sirve para introducir en la conversación el asunto taurino entre México y España.
-Yo era aficionado cuando era persona -dice riendo otra vez.
Interrogamos:
-¿Cree usted que en ese conflicto hay en juego muchos intereses?
-Claro -nos contesta-. Por eso le dije a Girón: "¿Para qué aceptaste intervenir en eso?" Yo pienso que debe torear el que guste al público y que ésa es la solución.