sábado, 26 de septiembre de 2009

LA HORA DEL IZQUIERDISMO ZOPILOTE

HONDURAS COMO LECCIÓN

Por Rafael Marrón González
http://locucionlibre.blogspot.com
15 de septiembre de 2009

Ya han transcurrido dos meses y medio de la deposición constitucional del Presidente de Honduras Manuel Zelaya, por insistir en violar la Constitución, pese a las advertencias formales de los demás poderes públicos, y ni Chávez ni sus súbditos internacionales han podido reponer al corrupto que ahora se descubre se robó millones de Lempiras – sacadas en sacos de los bancos - para sufragar su propaganda constituyentista y para satisfacer su extravagante tren de vida.

Si la necedad formalista se detuviera un poco a reflexionar sobre las acciones que llevaron a la destitución de Zelaya se encontrarían con la sorpresa inédita en América Latina - tan proclive al jefaturato del Poder Ejecutivo por aquello del presupuesto - de la acción salutífera de unos poderes autónomos, compactados en torno a los valores democráticos.

Los que insisten en llamar “gobierno de facto” al gobierno surgido de esta impecable operación constitucional, que a través del ejército –como institución de protección de la democracia, responsabilidad que la idiotez suprimió de la Constitución nacional vigente– son los mismos que se prestan para seguirle el juego al régimen, plegándose a llamar “bolivariana” a la Fuerza Armada Nacional, asumiendo la existencia de un imaginario “Poder Popular” y adjetivando como “revolucionario” al gobierno, todo ello absolutamente inconstitucional, porque ninguna ley o decreto presidencial puede estar por encima de la Carta Magna que es la Ley Suprema de la República.

Si en Venezuela hubiéramos tenido en nuestras instituciones gente con los redaños bien puestos –dispuesta a enfrentar su hora histórica- y no la piara de cobardes que resignaron la democracia a los pies de la grosera prepotencia de Chávez y le entregaron la República -que sí se perdió en las manos de Caldera- para que destrozara su basamento legal y creara todo este entramado faccioso que tiene a la nación al borde del abismo disolvente, otra –muy otra– sería la realidad venezolana y no quiero pecar de ucrónico. El Congreso Nacional con mayoría democrática -adeca– electa por el pueblo con más votos que a Chávez, permitió por cobardía que lo redujeran a “congresillo” simbólico y el Poder Judicial -cuya presidente de la extinta Corte Suprema anda por allí como si no hubiera roto un plato, dándosela de líder de oposición- actuó al margen de la Ley, al legitimar la convocatoria a una Asamblea Constituyente, violando el artículo 250 que establecía que la Constitución no perdería su vigencia si fuera derogada por un medio distinto del que ella disponía, bajo la ridícula premisa de “refundar la República”, la que fue creada para su gloria por el Congreso de 1811, cuyos diputados soltaron la toga para empuñar la espada y rubricar su creación en los campos de batalla.

Pero, en Honduras, para vergüenza venezolana, esos mismos organismos se dejaron de exquisiteces dialécticas y sacaron a Zelaya a empujones por pretender hacer lo que aquí le resultó tan fácil a Chávez: Ser electo por una Constitución y cambiarla mediante una Constituyente surgida del voto famélico -sobornado y seducido- para beneficiarse con un nuevo orden que le permite eternizarse en el Poder, obviando que la alternancia en el ejercicio de la autoridad es uno de los principios de la democracia, por lo que no es susceptible a la veleidad de la “voluntad popular”.

Hay que meter la lupa en el asunto

Por eso la situación de Honduras hay que verla en su justa dimensión –incluyendo la expulsión de Zelaya supuestamente en piyama pero con tarjeta de crédito-, pues lo que no es democrático es permitir que se destruya la democracia usando los instrumentos de la democracia, como ha hecho Chávez, asesorado por Fidel y unos juristas mercenarios españoles.

La lección que está dando Honduras será reivindicada en el tiempo cuando pase esta nefasta hora del izquierdismo zopilote que desde la ONU honra al miserable déspota Fidel Castro como “Héroe de la Humanidad” y ha convertido a la OEA en un macilento club de mediocridades envanecidas –con una que otra excepción que otorga porque calla- aferradas a sus más íntimos miedos –el mismo miedo que apoyó el fraude del revocatorio venezolano por terror al contagio– tutelado por el nuevo gobierno de los Estados Unidos -cuya posición en este caso es una prueba de la idiotez que domina al mundo en estos tiempos huérfanos de sindéresis política- empeñado en caer simpático en su otrora patio trasero y que para ello no vacila en radicalizar las medidas contra el pueblo hondureño, uno de los más pobres de América, que les ha respondido con la dignidad que ya quisieran otros gallitos hipócritas lacayos de sus dólares, conminándolo a sacar su base militar de su territorio y amenazándolo con permitir el reabastecimiento de combustible de las avionetas repletas de droga -la mayoría de Venezuela- que hacen escala en su territorio rumbo, precisamente, a Estados Unidos.

El mensaje de Honduras

La inmensa marcha del pueblo hondureño el día de “No más Chávez” -portando pancartas “No tenemos petróleo pero tenemos huevos”– fue una clara evidencia de con quién está, a pesar del aislamiento internacional de gobiernos cómplices –es embuste que sean “los pueblos” ni que ellos los representen, algunos tiene el 60% del sus pueblos en contra- de la destrucción de la democracia en Venezuela, Ecuador y Bolivia –en Nicaragua el pueblo le dijo que no a Ortega en su pretensión de imitar estos golpes de Estado vía reforma de la Constitución–, lo que nos lleva a interrogantes que es importante tratar de dilucidar:

En primer lugar, ¿qué significa eso de “Libre determinación de los pueblos”? En un caso como el de Honduras, ¿no se dio la libre determinación de un pueblo a través de sus instituciones oficiales, políticas y sociales? Con la actitud cerrada de los gobiernos que se han negado a escuchar las razones de ese pueblo y tratan de torcer su brazo por el hambre, para que un corrupto aspirante a dictador “constitucional”, como Zelaya, vuelva al poder como condición sine qua non para reconocer al nuevo gobierno que surja de las urnas electorales, se demuestra que esa “libre” determinación funciona y es reconocida solamente en casos como el de Cuba, Corea del Norte, Zimbawe, Libia, Bielorrusia o Turkmenistan, países en los que astrosos criminales cuatriboleados se pasan por el forro impunemente los valores democráticos y los derechos humanos, llegando al extremo de que un miserable guiñapo moral como Raúl Castro se siente en la OEA a pontificar de democracia, simplemente porque es “socialista”, sustantivo feliz –contradictorio con su realidad, pues debe ser “masalista”- cuyo discurso romántico de repartición proporcional de la riqueza les abre las esclusas a no pocos flojos y sinvergüenzas, y que considera que colocar la igualdad por encima de la libertad, es una vaina machete, a pesar de las muestras de miseria y opresión de su historial.

Otra de las preguntas es ¿qué significa la palabra “soberanía”? ¿Qué define esta palabra dependiente de variables tan frágiles como las que hoy sufre Honduras, cuyo comercio, ayudas e inversiones internacionales y suministros energéticos son sofocados para obligarla a traicionar sus postulados constitucionales, sin tomar en cuenta que quien sufre las consecuencias de este bostezo de los poderosos es el pobre pueblo hondureño? Que esta pequeña nación haya mandado al carajo a ese mundo idiota, regocija al alma. ¡Eso es soberanía y libre determinación! Hay que tener toda la dignidad del Universo para pararse frente a toda esa caterva de burócratas poderosos encuevados en sus organizaciones siniestras -con las alforjas repletas de los dólares que hacen salivar a la ignominia– y espetarles: “…Pagaremos cualquier precio, cargaremos cualquier carga, asumiremos cualquier dificultad y nos opondremos a cualquier enemigo para asegurar la supervivencia y el éxito de las libertades de nuestro pueblo y de la democracia”, es decir: ¡váyanse a la mismísima mierda! Ése es un himno a la humanidad. Honduras se ha convertido en la Esparta política de América.