1944-2006
A Rocío Jurado la retrató el poeta José-Miguel Ullán en un golpe de
magnesio: “El arte, ¡qué cosa tan abstracta!” Era el suspiro
confidencial que había dejado escapar la artista en el hombro del poeta
al cabo de un Salón de los 16. A Ullán le fascinaba su
inteligencia. (“Y, ya puestos, subrayo por si acaso que he querido decir
‘inteligencia’ y no sólo ‘listura’.”) Ullán la recordaba tumbada sobre
un sofá y en déshabillé rojo, leyendo Hojas de hierba, de
Walt Whitman, regalo de Manuel Alejandro, el más tórrido de sus
compositores. “Imaginarse así a Rocío Jurado me ayuda a recordarla como
cantante en todo su poderío: libre, obstinada, pícara, melancólica y con
humor del bueno, ocurrente y afectuosa, afecta a desmesuras teatrales y
a guardar los secretos... Al margen de su voz, sobresalía en la Jurado
un instinto felino para caer en la cuenta de lo escurridizo, para
apasionarse en pensamiento, para darse al lujazo, en lo íntimo, de una
inteligencia a prueba de oficio...” A su entierro, como si fuera a su
última gala, acudieron ciento veinticinco mil personas.
IGNACIO RUIZ QUINTANO
(Del libro Serán ceniza, mas tendrá sentido / Ediciones Luca de Tena, 2006)