sábado, 4 de diciembre de 2010

Mourinho y el perro de Patton



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

No entiendo el desencanto del madridismo: también el Combinado Autonómico de Del Bosque perdió con Suiza en Suráfrica y luego ganó el Mundial.

Vale que los catalanes son españoles sin medida y tienden a la exageración. Su nuevo pastor, Artur Mas, mezcla de Johnny Bravo y Pompeyo Gener, ya ha dicho que no hay nada como los tocamientos de pelota de Xavi, con lo que este chico vendría a ser, más que un Felines con suerte, el epígono de Pelé.

Eran dos mundos diferentes —aclara Mas—: un equipo de bronca y maraña, el Madrid, y otro equipo con un comportamiento espléndido, el Barcelona.

Por eso Ibrahimovic llama Gandhi a Guardiola: el Gandhi de Sampedor, ese caballero de levita que fingió a meñique levantado una agresión de Ronaldo, como si éste le hubiera metido en un ojo la nariz de Ibrahimovic; el mismo caballero que luego pegó aletazos porque el pequeño Messi, que había intentado hincar el diente en el omóplato de Carvalho, se fingía víctima en el suelo. Este arte de la simulación, o «comportamiento espléndido», ya le dio ventaja al Gandhi de Sampedor en la eliminatoria europea con el Inter, cuando el árbitro expulsó a Motta por «bronca y maraña» a Busquets. Y es que bajo la boina de Pla está escrito que de un catalán, en efecto, se puede esperar todo menos que termine en la filantropía.

La incapacidad para la filantropía explica la simpatía, vía Zapatero, del Gandhi de Sampedor por el ex pobre Gamoneda, poeta que agarró la piñata del Cervantes y no suelta ni los papelillos de los caramelos a quienes lo auparon a ella. De hecho no los quiere ni cerca, prefiriendo a los jóvenes, que le garantizan una inmortalidad más duradera.

He dicho, Poeta, que «Ferrocarril de Matallana» es el mejor poema que he leído.

Me enternece esta sinceridad de Zapatero, al que ahora, para coger sitio en la nueva situación, todos atacan, cuando lo único que ha hecho, el hombre, es cumplir con su único deber: ganar elecciones. Gobernar es otra cosa: Churchill lo hizo y lo mandaron a casa, con la humillación que eso supone.

¿Fue humillado el Madrid en Barcelona?

No, gracias a Iturralde, que no pitó el penalti a Ronaldo para no expulsar al portero gótico. Meter cinco con diez: eso era humillación. Lo otro, no. Si Mourinho va de Cortés, sabrá que después de la Noche Triste siempre viene Otumba. Pero Mourinho en Barcelona me recordó más a Patton con su «bullterrier» blanco de nombre «Guillermo» por el Conquistador, hijo de Roberto el Diablo y la hija de un curtidor. Acoquinado ante el perro de aguas de una vieja, el general decidió llamarlo «Guillermito».

Florentino Pérez apela ahora al «espíritu Di Stéfano». En el túnel de vestuarios, con tanto abrazo de los contendientes al empezar, uno echó de menos el «espíritu César Girón»:

—¡Cornadas para todos, hijos de p...!