José Ramón Márquez
Ahora la tontería ésa de la sostenibilidad llega trambién a los restaurantes de la mano de unos tunos que se llaman fish2fork, y con la comparsa que les sigue que son unos ‘cocineros’ que se llaman Darío Barrio, Andrés Madrigal o Sergi(o) Arola. Yo creo que la explicación más fácil para tantas extravagancias como vemos cada día es que somos en el mundo seis mil setecientos setenta y cinco millones y pico de personas y todos, cada uno en lo nuestro, tenemos que vivir; que cuando había menos gente, los que estaban se dedicaban a lo básico, como panadero, agricultor o Ministro, pero ahora con la superpoblación, pues aparecen estas nuevas cosas como ciclista ecologista, experto en sostenibilidad, chino de barrio y tantas otras cosas, que no es como para ponerse a hacer una lista exhaustiva de la cantidad de cosas nuevas que van saliendo.
Ahora la tontería ésa de la sostenibilidad llega trambién a los restaurantes de la mano de unos tunos que se llaman fish2fork, y con la comparsa que les sigue que son unos ‘cocineros’ que se llaman Darío Barrio, Andrés Madrigal o Sergi(o) Arola. Yo creo que la explicación más fácil para tantas extravagancias como vemos cada día es que somos en el mundo seis mil setecientos setenta y cinco millones y pico de personas y todos, cada uno en lo nuestro, tenemos que vivir; que cuando había menos gente, los que estaban se dedicaban a lo básico, como panadero, agricultor o Ministro, pero ahora con la superpoblación, pues aparecen estas nuevas cosas como ciclista ecologista, experto en sostenibilidad, chino de barrio y tantas otras cosas, que no es como para ponerse a hacer una lista exhaustiva de la cantidad de cosas nuevas que van saliendo.
Bueno, pues estos de fish2fork se han buscado la vida y han empezado a dar pescaditos azules o rojos según sean los restaurantes de cuidadosos con la dichosa sostenibilidad, que hay que estar todo el día con la matraca de las especies ésas que desaparecen. Y digo yo que si en el Pérmico cayó un meteorito y desaparecieron el noventa por ciento de las especies que había en el planeta y no pasó nada, y luego, a finales del cretácico, desaparecieron el cincuenta por ciento de las especies del planeta, incluidos los dinosaurios esos de las películas que tenían tan malas pulgas, pues que qué más da que desaparezca el pelmazo del oso panda, el Chu-lin ése, que en realidad lo que vale de verdad es el peluche que hacen con él, o el maldito lince, que es el animal menos salvaje que existe desde que le pastorea Fernando Hiraldo en Doñana, que le tienen al bicho que da asco con el collarín, el gps, el reloj Tag-Heuer, la nintendo y el i-tunes para que no se aburra, y luego le ponen una gallina en un cuchitril para que el bicho entre allí a hacer como que caza la gallina, no les dará vergüenza, y mientras caza la dichosa gallina le están mirando con una cámara en plan Gran Hermano; que, por cierto, Mosterín de la pobre gallina no dice ni mu, ni del voyeurismo con el lince, tampoco.
Resulta que, según los del fish2fork ése, los que son menos sostenibles son los que se dedican al pescado: al pobre Kabuki le ponen cinco peces rojos, la peor señal de las que dan, pero es que la gracia de ese sitio, aparte de las paridas de fusión ésas que se ha inventado Ricardo Sanz para embaucar a los famosillos, es que hace un sashimi de toro, es decir barriga de atún rojo cruda, que le quita el hipo hasta al pobre Tomás Gómez, atunófilo mundialmente reconocido, y a los del fish2fork les importa un pito los años que se tiró Ricardo en el Tokio Taro, actual Miyama, aprendiendo el oficio con el señor Kikuchi, en largos años de aprender a base de mal pago y explotación, que Ricardo lo vio clarísimo cuando estaba de camarero en un pub cutre que se llamaba Raúl, y tuvo clara la visión de que la cosa japonesa le iba a poner en la galaxia, para que ahora los memos esos del fish2fork le pongan la almadraba de Barbate de pececitos rojos sostenibles o insostenibles, sin más ni más.
O sea que, al fin, parece que los del fish2fork se van a hinchar a dar pececitos rojos a las pescaderías Coruñesas, a la pescadería de Fernando VII, a la Milagros del mercado de Ventas, al Paxairiños con sus fritos de pixin, a la Hortensia con ese bandejón de merluza que te saca, a la casa del pulpo de Escalinata, que los cuece al por mayor, al gallego de Usera, ¡yo que sé!, que estos listos ayudados por cuatro cocineros que se han apuntado a la parida ésta, van a traer la ruina para los que venden las cosas que salen del mar, y la culpa es suya por tener negocios no sostenibles, porque precisamente venden pescado, y por eso vengan peces rojos señalando lo poco sostenibles que son, los malvados.
Claro que al menos nos podemos intentar contentar un poco sabiendo que nunca la darán ese baldón de pececitos rojos a Pepe el Cordobés que vende la mejor carne de lidia y de otras cosas en la galería comercial de la calle Fuente del Berro, pero ¿cuánto falta para que nos empiecen a marear con los lechazos y los cochinillos? ¿Es que no se va a animar nadie a defender a esos pobrecillos? ¡Anda, Mosterín, tírate el rollo, hombre!