-En el ruedo se transfiguraba y poseído por no sé qué misteriosa fuerza echaba a andar una auténtica puesta en escena peculiar, como de actor autodidacta, peleado con guiones y repartos. Y ajeno a las más rancias normas tauromáquicas iniciaba el paseíllo como hasta hoy sin liarse el capote de paseo, marcando “su paso”, con un estentóreo y desmayado andar de “patas chuecas” arrastrando los pies, sintiéndose figura heroica sin serlo ante el destino que sólo le concedía el beneficio de la duda. Mientras sus alternantes ya habían llegado al borde de la barrera y habían mostrado cortesías al juez de plaza, a Rodolfo Rodríguez le quedaba un largo trecho, que con ese paso suyo, hasta su cuadrilla tenía que graduar el ritmo para no terminar afectando el paso. Una y otra bocanada al cigarro puro, un alto en el camino y el voltear para sentir que los suyos no se alejaban, le obligaban de nuevo reponer la figura y continuar el camino hasta la barrera misma...
En Aportaciones Histórico Taurinas Mexicanas
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