@realmadrid
Hughes
Pura Golosina Deportiva
Partido frustrante en Cornellá, de donde son Estopa.
Estopa hubo y la permitió un árbitro al pil pil habitual de la Liga española, donde el Madrid juega con pesos en los gemelos.
Se guardó las amarillas y solo las sacó cuando tuvo que haber sacado la roja; y al final, para maquillar, cuando le protestaron en el descuento.
Arbitraje que influyó en el partido por esa permisividad más que por la anulación del gol a Vinicius, que también fue extraña. A Mbappé le estaban haciendo falta y reaccionó, pero esa falta previa no podía pitarla porque iba a ser la constante del partido: la llave inmovilizadora a los jugadores.
El gol del Español lo metió Romero, que tenía que haber sido expulsado por su entrada asalvajada al gemelo de Mbappé. Se fue a por él como un saltador de longitud fardando de tacos, y aun tenías que escuchar en los comentarios televisivos el consabido "parece que hay algo". Mbappé salió dando vueltas por el campo como un barril de cerveza.
La Liga también es 78. Es una cosa dolorosa de ver.
Dicho todo esto, el Madrid no estuvo bien y dejó señales para la inquietud.
Ya antes del partido un españolista había confesado el objetivo de "chocar paredes".
Volvía Vinicius, y apareció en el minuto siete: regate, pitidos, patada. La clásica trilogía. Vinicius ha conseguido la consagración antropológica con sus apariciones en las Fallas y las chirigotas. Entenderemos perfectamente si se va de aquí para no volver.
Ancelotti lucía abrigo. Al principio parecía Alain Delon, luego ya al final...
En el minuto 10, Vini recibió ya los tacos de algún rival. El árbitro a lo suyo, dando saltitos de canguro de extrarradio por el campo...
Poco después se lesionó Rudiger en un salto. Sucedió lo que todos esperábamos. 800 millones de trillones en tecnología valdebebiense después, sucedió. Se lesionó el que no se puede lesionar justo antes de lo serio. Todavía queda temblando la vela a Valverde...
El Madrid había salido bien, con buenos propósitos, ante un Espanyol (ni eñe ni bandera española en el campo, única manera de sobrevivir) que chocaba pared, chocaba pared y entre medias espachurraba toda vida de delantero.
Pero metió gol Vinicius y el árbitro se agarró al derribo de un jugador que hacía falta-penalti a Mbappé. Cuando cayó al césped comenzó a patalear como si sufriera un cólico. Bueno, vamos, da igual, pensamos...
Pero el tono del Español, que no era marrullero pero sí áspero y cortante en todos los sentidos, lo permitía el árbitro. Cuando eran regateados se colgaban del rival o dejaban una propina y era como si en lugar de once jugaran quince en el campo.
Diríamos: "rasca, mamá". Bordalás contestaría: "Es fútbol, papá"
El estilo del español, metido en su área, era conservero, de conservas Dani. Equipo conservero.
El 4-2-3-1 del Madrid comenzaba a partirse. En esa fractura está todo y es muy tarde para enrollarse con eso, pero ya lo hablaremos (queridos amigos, agradezco vuestra presencia por aquí).
El 'balance defensivo' de Mbappé era por momentos mejor que el de Belingham. Bellingham parecía cansado y su fútbol mostraba su otra cara. El reverso. Su serlo todo en una misma jugada se antojaba demasiado, como si debiera recorrer demasiado trecho entre la media y el área.
El telesilla de vuelta le empezaba a fallar.
El Madrid no tenía espacio y al robar, el Español salía muy rápido. La esperanza blanca era la contra de la contra, la recontra, pero no surgía. Y no surgía entre otras cosas por permisividad arbitral. Sibilina estopa. La entrada a Mbappé era una de esas 'recontras', pero el peligro lo atajaron por lo sano.
En la segunda parte, el Madrid mejoró, pero topó con Joan García, el heroico portero local.
Hubo un par de tiros (Rodrygo y Mbappé) que detuvo con la ayuda del palo.
Bellingham lo intentaba erráticamente desde fuera. Poco fino, ofuscado, y Vinicius incluso ausente, desconectado (el gran miedo de los vinicistas, que tanta tensión, tentación y agresión le vayan alejando de La Misión).
El Madrid podía subir la defensa porque Asencio lo corregía todo o casi todo con sus quites a toda velocidad. Zaguero con sirena, bicipoli de la playa detrás del chorizo último. Su prontitud, su esprín solícito, contrastaba con la caraja de Tchouameni, que no sabe vivir en la postrimería, no tiene esa tensión. Es una cosa increíble lo diferentes que son los jugadores. Asencio vive en la electricidad del alambre, pero Tchouaméni no. No tiene el reflejo rotuliano de Último Hombre, esa viveza de malabarista; ni tiene tampoco ese miedo intuitivo que da la experiencia para saber adelantarse al peligro (como hacía Hierro).
El Madrid tenía poco espacio y mucho toque, y empezó a tirar de la miniatura de Rodrygo. Se intentaba la carambola de billar. No una pared sino varias a la vez, pero ¿cómo trenzarlas si el Espanyol chocaba paredes? ¡El Español chocaba paredes y el Madrid quería hacerlas! El árbitro mimó un poquito al destructor...
Se produjo la entrada a Mbappé y entonces, sí, ante la entrada de naranja, sacó la amarilla.
Pero esto es la Liga. La Liga del cruyffismo-negreiro pasó a ser la del cholismo-posnegreiro. Un fútbol feote, tatuado, asfixiante, nihilista, de folclorismo triste, negro, abusón, de tirar la estrella al pilón... El bel calcio pasó a la historia.
El Madrid no tenía ideas y pasado el minuto 60, pasadísimo el minuto 60, no las encontraba en el banquillo. Ancelotti, bastante tarde, 'introdujo' a Modric. Él sacó una falta en el 85 que se acabó convirtiendo en gol. ¿Cómo una falta en el ataque, un balón parado, se acaba convirtiendo en gol encajado? No es que en el Madrid haya mucha fortaleza... Modric no levantó la pelota, no recuperó el sitio, y el Madrid, los cuatro bajitos de la unidad de emergencia, fue desmontado en el contragolpe. ¿Cuántos le han hecho así este año? Le meten goles dignos de equipo con peto, equipo sparring en los vídeos sobre teoría del contragolpe de la escuela de entrenadores. Cuatro huérfanos tácticos como conos sin cabeza zarandeados por un zas-zas de cualquier rival...
Esto es lo asombroso del asunto: tener a los mejores delanteros del mundo para acabar recibiendo unos goles de preescolar del fútbol.
Un equipo que recibe ese gol yo creo que no puede ganar una Champions.
Ancelotti, que se lo piensa como si estuviera jugando una partida con Spaski, movió su segundo peón en el 89: Brahim.
Bajitos abajo, bajitos arriba, como adaptado el Madrid al espacio realmente existente. No era esto el Madrid soñado de la negritud...
Acabó Courtois en el área de ataque. Esto presagia cornetas de épica para lo que viene. Pero hasta esa desesperación era indecisa y Courtois, gigante escapado de un film infantil, dudaba al borde del área, donde el gran coágulo multimillonario, si entrar o volver o quedarse o...