lunes, 19 de septiembre de 2022

Coyote y Correcaminos

 

 

El Pasmo
@Samsa2111
Glasgow, septiembre de 1963, primera visita del Madrid a Celtic Park: Puskas, Di Stéfano e Isidro saliendo del hotel para jugar contra el Celtic un partido amistoso a beneficio del Fondo Benéfico Nacional Judío (1-3 para el Madrid).


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    A Neymar le da miedo Rudiger, pero a defender a Muriqui en el área pusieron a Mendy, una roca que tiende a empanarse y que le regaló el gol. Fue el factor Muriqui, pero hubo más. Factor Maffeo, defensor guardiolo (probó en el City), marrullero, que intentó desquiciar a Vinicius: en marzo ya le hizo una entrada a lo Fernández con Amancio, que, “considerando los frames” (dijo un locutor del Relato), “no era falta”. Factor faltas: el Madrid no tiene un especialista, y las lanzan los “bisas” del vestuario: Benzemá, Kroos… Y el factor Hazard, el ex futbolista de fondillo caribeño que juega a “falso 9” y cuya única función parece reducirse ya a obstruir las carreras (¡y la carrera!) del vértigo Rodrygo.
    

La Liga de Tebas es un “Groundhog Day” cuyo espectáculo se basa en la eterna persecución de Willi E. Coyote y sus palancas ACME para atrapar al Correcaminos, que nunca es atrapado, pues eso sería, dicho por Hughes, como si Arévalo alcanzara a Malena o Benny Hill a la enfermera.
   

 El Correcaminos es el Madrid, que venía de hacer un partidazo en Glasgow, y el Coyote, el Barcelona, que persigue como loco la Liga, dado que las Champions le pillan más lejos. Catorce por cinco, algunas con nombre de árbitro (“¿Pur qué Ovrebo, De Bleekere, Busacca, Stark...? ¿Pur qué?”).
    

El Relato cuenta que al Coyote le cuesta echar el guante al Correcaminos porque corre con la rémora del estilo, eso que Xavi llama ADN-Barça, que lo mismo consiste en echar balones a la olla donde se cuece Luuk de Jong que en masticar sin dientes un torrezno de Soria, pasándoselo de encía a encía, hasta que Lewandowski se coloca de palomero en el palo largo para pedirla en la frente y marcar de una trompada.
    

El estilo es innegociable –dice Xavi a Valdano, que hace de maestro Afrodisio en un duelo de estilistas.
    

Xavi y Valdano son dos pesados del estilo, como los marxistas setenteros. Bien mirado, Marx escribió durante toda su vida el mismo libro: él mismo, en carta a su pagafantas, Engels, admite que, sean los que fueren los defectos de sus escritos, presentan la ventaja, dice, de constituir un “conjunto artístico”. Si te los tomaras en serio, serían Pietro Bembo y Jacopo Sadoleto, los dos secretarios de León X, que sería Guardiola, que impusieron como costumbre, como moral y como etiqueta no renunciar a la perfección estilística aun en las situaciones más angustiosas.


    Cuando la prensa culé hablaba de “un desagradecido que nunca se ha integrado en el club, un mercenario que sólo juega por dinero, un mal bicho y una cereza podrida en el vestuario” (sic), Xavi insistió en el estilo-Dembelé, y ahora esa misma prensa se ve ganando con estilo-Dembelé la Liga y la Champions. La señal fue la goleada al Plzen, que tiene “asustada a toda Europa”. Como lord Cardigan con su Brigada Ligera, Xavi pelea en el “Grupo de la Muerte”, y se enfrenta al “favorito de la Champions”, el Bayern, en Martes y 13.
    

Anda, paga, que hoy celebras santo y cumpleaños –le dijo en martes y 13 a un cenizo que llegaba al alterne de la barra el gran Curro Fetén.
    

A humilde no le gana a Xavi ni Cerezo, que dice que “disputar dos finales de Champions no está al alcance de muchos”. El Relato sostiene que, con Xavi o sin Xavi, el club que más Champions ha ganado en la década es el Barcelona, con dos, como Bayern y Chelsea. Cinco ganó el Madrid, pero no cuentan, pues las ganó sin estilo (“por lo sobrenatural”), y además, que es el dato definitivo, en ninguna hubo de vérselas con el Barcelona, que, como el año pasado, andaba disputando la Europa League. Con estos números, la mayor aportación cultural del Barcelona a la Champions es la proverbial pitada culé al himno de Tony Britten que surgió, según la versión oficial, como protesta por la prohibición uefera de agitar “esteladas” en el estadio, malentendido que podría arreglarse si Britten aceptara cambiar en su himno la base de Händel por una de Rudy Ventura.
    

Pero el factor más alarmante de lo de ayer en el Bernabéu fue el estado del césped, desolado como un paisaje de agosto castellano de Marceliano Santamaría: unos dirán que si las obras de rehabilitación; otros, que si el cambio climático; y Xavi, que así es “imposible” jugar con su estilo, ese tiquitaca con tumaca que para emulsionar necesita de un buen mantillo empoderado, sostenible y resiliente.




VINICIUS, ESPAÑOL


    Vinicius juró la Constitución, cosa que muchos diputados no hacen, y ya es español, o tan español, al menos, como el mozo de pianos inglés, que por algo dijo Cánovas, mientras hacían otra Constitución, que es español… “el que no puede ser otra cosa”. Español significa, a lo Bonafoux, que Vinicius adora la zapatilla de orillo y la camisa sin cuello, y que viendo bailar un garrotín se desencaja todo y, transformado en andaluz, “jipía” y se da unas pataítas, hasta la hora del cocido, porque sin un buen cocido, la existencia española es imposible, como le pasaba al pintor Domingo Muñoz, que luego necesitaba también cambiar impresiones, que en eso consiste el juego de Vinicius, en cambiar impresiones por la banda en lo que los demás españoles se meten un cocido. Laus Deo.

[Lunes, 12 de Septiembre]