Foulquier
Francisco Javier Gómez Izquierdo
En las películas de aventuras antiguas solían aparecer personajes muy secundarios de hasta séptima importancia en la trama que resolvían una encrucijada, daban con un mecanismo empotrado en una biblioteca, arrancaban un avión con la puerta atada con una cuerda o sanaban al protagonista con unas hierbas revueltas en sangre de serpiente azul. En fútbol, los buenos entrenadores que empiezan y que no cuentan con figuras en sus plantillas, buscan en las esquinas de los escaparates de los mercados posibilidades entre futbolistas asequibles y con características que puedan resolver problemas a su equipo. No son protagonistas prioritarios, pero a la postre suelen ser decisivos en muchos partidos. Uno de estos futbolistas, al menos a mí me lo parece, es Demetrio Foulquier. Que Caparrós lo trajera a España y lo hayan solicitado Bordalás y Diego Martínez confirma mis sospechas. Desde 2014, cuando coincidió el Granada con el Córdoba en 1ª, me llamó la atención el correr desgarbado y como destartalado de un mozo de veinte años, en teoría lateral derecho. Con el tiempo y los partidos se demostró que podía hacer de extremo, de centrocampista, de lateral izquierdo... ¡Vamos! el recurso ideal de un técnico en apuros. El convulso banquillo y los curiosos cambios de propietario no impidieron que Foulquier fichara por un Watford de maneras millonarias y el club inglés lo cediera al Getafe hace dos temporadas y este invierno de nuevo al Granada, tras insistente demanda del entrenador rojiblanco.
En las películas de aventuras antiguas solían aparecer personajes muy secundarios de hasta séptima importancia en la trama que resolvían una encrucijada, daban con un mecanismo empotrado en una biblioteca, arrancaban un avión con la puerta atada con una cuerda o sanaban al protagonista con unas hierbas revueltas en sangre de serpiente azul. En fútbol, los buenos entrenadores que empiezan y que no cuentan con figuras en sus plantillas, buscan en las esquinas de los escaparates de los mercados posibilidades entre futbolistas asequibles y con características que puedan resolver problemas a su equipo. No son protagonistas prioritarios, pero a la postre suelen ser decisivos en muchos partidos. Uno de estos futbolistas, al menos a mí me lo parece, es Demetrio Foulquier. Que Caparrós lo trajera a España y lo hayan solicitado Bordalás y Diego Martínez confirma mis sospechas. Desde 2014, cuando coincidió el Granada con el Córdoba en 1ª, me llamó la atención el correr desgarbado y como destartalado de un mozo de veinte años, en teoría lateral derecho. Con el tiempo y los partidos se demostró que podía hacer de extremo, de centrocampista, de lateral izquierdo... ¡Vamos! el recurso ideal de un técnico en apuros. El convulso banquillo y los curiosos cambios de propietario no impidieron que Foulquier fichara por un Watford de maneras millonarias y el club inglés lo cediera al Getafe hace dos temporadas y este invierno de nuevo al Granada, tras insistente demanda del entrenador rojiblanco.
El partido de anoche en Los Cármenes, llamado a ser uno de los más, si no el más importante de su historia, contó con la concentración y sacrificio propios de la ocasión, conforme a lo dispuesto por el banquillo granadino. Empezó a ser abiertamente favorable cuando tras el descanso Carlitos Fernández, un tallo que pulió Diego Martínez en el filial sevillista -es palangana cedido- cabeceó arcangélico un balón que transformó en divino e inalcanzable para el cancerbero Unai Simón. Germán Sánchez, de 33 años, natural de San Fernando y primera temporada en Primera, tras curtirse en 2ªB sobre todo, volvió a cabecear un balón enviado desde la esquina para convertirlo en gol a falta de un cuarto de hora. Estaba llamado a ser el gol de Germán al Atheltic, como el de Nayim al Arsenal o el de Baquero al Kaiserslautern, por los años de los años... pero a falta de 10 minutos, no se sabe si por cansancio o euforia, el bueno de Foulquier dejó de atender por un segundo su principal ocupación: Yuri Berchiche. El lateral bilbaíno, con la pista despejada y apoyado en su natural talento, que no es otro que su cañón zurdo, se plantó ante Rui Silva y yo creo que el meta portugués no supo cómo reaccionar ante lo imprevisto. 2/1 y el Athletic a la final.
No sé si el Granada ha hecho más méritos que el Athletic para pasar, pero yo creo que sí. Ayer, sin duda. La responsabilidad de la eliminación del equipo andaluz no quiero que parezca que se la achaco a Foulquier, sino que se entienda que son mínimos los detalles, por lo general errores, que conceden o quitan la gloria en el fútbol. Si con 0-0, Víctor Díaz cuela en propia meta aquel remate absurdo, es posible que no hubiera habido ni siquiera partido. O si ante el error en el regate de Unai Simón también con 0-0, está más acertada la vanguardia granadina, sería otra la final. ¿Quién lo sabe? Lo que sí sé es que si yo fuera entrenador me encantaría contar con futbolistas como Foulquier.