Ya muerto Diego [Rivera], me encontraba en su casa de Altavista en una cena, invitado por su hija Ruth… Estaban Gorostiza, Orozco, el doctor Marín (cuñado de Diego, casado con Lupe Marín) y su esposa... El doctor, ebrio, saca la pistola, y me amenaza con dispararla. Su mujer, igual de borracha, lo anima para que lo haga. Cunde el pánico y todos los invitados escapan… El doctor habla de Rivera como pintor, como hombre público y como hombre del Partido Comunista… El discurso dura cerca de una hora… Mi agresor está a punto de perder el equilibrio, pero entonces la mujer se le acerca y le sostiene la mano armada pidiéndole accione el gatillo. Yo estoy a punto de desvanecerme. Miro hacia la derecha y veo el enorme retrato de Lupe Marín con sus manos enormes… Pienso que esa noche es la de mi muerte y que ésta llegará en la casa de Diego Rivera, a quien tanto he atacado… El doctor se aproxima y veo que cierra los ojos. La borrachera ya no le permite sostenerse en pie y cae sobre el sofá entre Gorostiza y yo. Una bala se escapa, destruyendo un ángel colonial. La esposa del doctor se abraza a su marido y se queda dormida sobre él… Gorostiza me comenta que al doctor Marín se le había metido el diablo. “No se le metió el diablo, le digo. Al doctor Marín se le metió el espíritu de Diego Rivera”.
José Luis Cuevas