Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La pregunta “chic” (¡lo europeísta!) en la Audiencia Nacional (tribunal de excepción, por cierto, que no está bien visto en la Constitución) de San Fernando de Henares hubiera sido:
–¿Jura usted decir la posverdad, toda la posverdad y nada más que la posverdad?
Después de todo, se trataba de poner una vela a Montesquieu y un gorro inífugo a Mariano (decimos Mariano por Rajoy como otros dicen Federico por Lorca o Martin por Chirino o Heidegger), jefe de un gobierno miembro de esa UE que quiere a Polonia de conejillo de Indias de la separación poderes para ver qué pasa.
Pero “el enemigo es una fuerza objetiva” y a Mariano le preguntaron por Bárcenas, pues decir Bárcenas en el PP es como decir Jehová en “La vida de Brian”, que vienen las mujeres barbudas y te lapidan. Y no lo dijo, claro.
Bárcenas es un contable, y Mariano, un político, es decir (en España), un aventurero que nunca es responsable de nada, a diferencia del aventurero intelectual.
–¿Tiene usted sangre de aventurero intelectual? –pregunta en Núremberg el fiscal Kempner al profesor Schmitt.
–Sí, sólo así surgen pensamientos y conocimientos –contesta el profesor–. Asumo el riesgo. Siempre he pagado mis cuentas; nunca me he marchado sin hacerlo.
El caso es que el presidente testificó ante el juez, que tampoco era el juez Coke (el que explicó al rey Jacobo que no era la monarquía el sostén del derecho, sino el derecho el sostén de la monarquía, y a continuación se desmayó), y con ese video querrá ahora frau Merkel enseñar a Polonia la versión europea de la separación de poderes.
Como testigo, Mariano pareció convincente: empezó con un tic de San Vito en la pierna y acabó marcándose un Hamlet ante la acusación popular: “¿Por qué no podría ser la calavera de un abogado? ¿Dónde están ahora sus sutilezas y distingos, sus argucias, subterfugios y artimañas?” Etcétera.
Otra cosa es que vengas de ver “Dunkerque” y te cueste imaginar en semejante actor el discurso de Churchill.