lunes, 23 de enero de 2017

Una explicación de Trump y el Brexit




Hughes
Abc

Hace unos días, una noticia saltó a los medios internacionales: un historiador pronosticaba desastres para la civilización occidental en 2020. El historiador, un americano de origen ruso llamado Peter Turchin, no estaba realizando, en realidad, una profecía sino una predicción científica.

Se trata de un experto en una nueva disciplina, la cliodinámica. “Clío” por la musa de la historia, “dinámica” por el estudio de los movimientos en el tiempo. Su interés es aplicar a la historia un método científico y ayudarse de las matemáticas para convertir hipótesis históricas en modelos teóricos validables con el contraste de los datos estadísticos. En “Ages of Discord” explica cómo la inestabilidad política de las sociedades responde a patrones observables. Esto despierta dudas de fondo, epistemológicas, que nos exceden, pero tiene como producto un conjunto de instrumentos teóricos sin duda sugerentes. Mucho más cuando, con ellos, Turchin ha ido anticipando lo ocurrido con el Brexit y con Trump en Estados Unidos. Dicho de otro modo: cuando nadie sabe nada, la incipiente cliodinámica aporta algo de luz sobre lo que está sucediendo.

El primer resultado de esta disciplina es el retorno de los ciclos. Estamos acostumbrados a ellos en economía, pero ya no en historia. Sin embargo, Turchin ha encontrado patrones recurrentes en la historia de las civilizaciones, imperios y sociedades. El estudio de la inestabilidad política, medida en una serie de índices, arroja unos patrones, de formas repetidas, que convierten esa variable, la inestabilidad o el stress sociopolítico en algo similar a los incendios forestales o los terremotos. Turchin tiene una experiencia previa en la medición de fenómenos ecológicos y lo que mide ahora es la inestabilidad política. Su tesis actual es que Estados Unidos experimentaría un período de elevada inestabilidad política que tendría un pico en el año 2020.

(Ilustración: Ages of Discord. Peter Turchin)

Las teorías de Turchin resultan interesantes por varias cosas. En primer lugar, por la aplicación de métodos cuantitativos a la historia. También por el retorno del ciclo, algo especialmente sugerente en este justo momento en el que sentimos que algo está cambiando; además, su modelo, y lo veremos a continuación, parte de un núcleo malthusiano. Es decir, retoma la población y sus movimientos como un elemento explicativo fundamental. Además, considera a las élites y su comportamiento como un elemento explicativo fundamental.

Turchin parte de una teoría demográfica y estructural y representa a las sociedades como un sistema con tres agentes fundamentales (esto será fácilmente criticado como simplista o mecánico). En las sociedades interactúan la población, las élites y el Estado. El producto de esa interacción es la estabilidad o inestabilidad. La inestabilidad se manifiesta y mide teniendo en cuenta radicalismos, enfrentamientos, terrorismo, revoluciones o, en el extremo, guerras civiles. La población es un agente que se explica con una teoría neomalthusiana. Los incrementos en población hacen descender el nivel de vida, por decirlo rápida y burdamente. Esto, a su vez, se relaciona con el comportamiento de las élites, que serían un agente aparte: a menor nivel de vida de la población, mayor acumulación de renta en las élites, lo que generaría su incremento y luego un fenómeno de sobreproducción entre ellas, de competencia intra-élites. Esta competencia sería otro foco de inestabilidad social.

La cliodinámica ha seguido los patrones evolutivos de la inestabilidad política en la Francia Revolucionaria, en la Cvilización China y, sobre todo, en el caso de Turchin, en los Estados Unidos.
La medición de los problemas sociales ha arrojado algunas pautas recurrentes. La primera es un ciclo secular, de dos o tres siglos, y, dentro de ellos, unos ciclos más cortos, de unos cincuenta años. Estos ciclos de violencia política los explica también de un modo intuitivo a partir del núcleo de comportamiento de padres e hijos. Una generación que no ha conocido la guerra o el conflicto puede tener mayores incentivos para despertar a ellos que las generaciones que los sufrieron. Estas oscilaciones serían, por tanto, bigeneracionales.

En el caso del siglo XX estadounidense, los picos de conflictividad fueron 1870, 1920, 1970 y la predicción los anuncia para 2020. Turchin detalla. “No se trata de una profecía, sino de una predicción científica”. El 2020 es sólo una predicción cuantitativa que se estiraría hasta el 2024-2025. Sería superior a 1970 y cercana a los niveles de 1920. Lo que Turchin afirma con rotundidad es que la sociedad americana se encuentra en pleno ciclo de desintegración social.

Este asunto de la cohesión es fundamental. Turchin considera que las sociedades funcionan cooperativamente. Este modelo cuantitativo y cíclico se inspira en el del historiador árabe del siglo XV Ibn Khaldun, que explicaba el auge y decadencia de las sociedades árabes a partir del término “asabiya”. Algo así como cohesión social, solidaridad interna. Una tribu nómada del desierto tenía una “asabiya” fuerte y podía fácilmente invadir una ciudad con lazos debilitados. El ciclo comenzaba entonces a funcionar: una vez establecidos y con el paso del tiempo sus niveles de “asabiya” descenderían y serían presa fácil de otra tribu… Ibn Khaldun resulta estimulante por la idea de ciclo, por ese concepto que se parece mucho a nuestra moderna cohesión social y por la importancia de fondo de los patrones y matrices culturales que explican la fortaleza de los lazos identitarios. Sobre ello volveremos luego al ver su explicación de la Unión Europea. Pero son necesarias unas matizaciones sobre el modelo de Turchin antes de ver su explicación de Trump y el Brexit.

Son tres los elementos explicativos de los cambios: malthusianismo, competencia intra-élites y decadencia estatal. “Si las élites están unidas y el Estado es fuerte, las revueltas populares son fácilmente suprimidas”, aclara Turchin a ABC. “Las formas más extremas de inestabilidad política (revoluciones, guerras civiles) son posibles sólo cuando las élites estás fuertemente divididas y los estados van perdiendo su control sobre el aparato coercitivo”. El modelo, que nació para la explicación de sociedades preindustriales, Turchin lo extiende sin problemas (pese al simplismo de esta explicación) a sociedades posteriores.

Por élites se entiende su definición sociológica. El 1% de la población que concentra el poder social en sus manos. Cuando hay más puestos de élite (política, administrativa) que aspirantes, se produce una competitividad interna que ayuda a desintegrar las normas políticas. Indicadores de ese número de aspirantes en las sociedades modernas son, por ejemplo, el número de titulados en derecho o los MBA en el mundo empresarial. La competencia dentro de las élites es buena hasta cierto punto. Llegado un límite, la competencia puede empezar a colaborar en subvertir las reglas del compromiso político.

Éstas son, de manera muy esquemática y demasiado simplista, las pautas del modelo. Ahora vamos a ver cómo Turchin explica los fenómenos recientes.

Dos precisiones importantes. Turchin nos matiza: “Mi trabajo empírico y de datos se centra en EEUU, de manera que mis opiniones son más contundentes ahí que para Europa”.

TRUMP

“Trump sería una ejemplo claro de aspirante a la élite”, explica Turchin. “Un individuo extremadamente rico que quiere traducir riqueza en poder político”.

El rusoamericano explica lo ocurrido en EEUU a partir de dos variables claras. Una, por el lado de la población: el indudable descenso en el bienestar popular en los últimos 30 y 40 años. “El descenso del bienestar para los no élites en la última década es dramático”. Este fenómeno de empobrecimiento popular es necesario para explicar el desequilibrio, pero no suficiente. El otro factor viene de las élites. “Entre 1983-2007 el número de decamillonarios (personas con más de 10 millones de dólares) ha pasado de 60.000 a 460.000”. Esta proporción se mantiene en millonarios y billonarios. Sin embargo, los puestos de élite político-administrativa son constantes. El número de senadores y representantes no varía. “Ha habido un incremento de la competencia intra-élites”. A mayor competencia, mayor fragmentación. Esto se vería especialmente en el Partido Republicano, dividido en facciones a partir del crecimiento del Tea Party en 2010.

La excesiva competencia dentro de las élites genera figuras de contra-élite que, siendo élite, contribuyen a una inestabilidad política y son exitosos cuando tienen enfrente lo que Turchin llama un “Alto nivel de movilización popular”. Trump es un genio persuasivo que aprovecha algo que Turchin también mide, ese alto PMM (potencial de movilización de las masas) tras décadas de descenso del bienestar en EEUU. Por tanto, Trump no es causa, sino síntoma, el resultado de décadas de sobreproducción de las élites y de empobrecimiento popular.

Dos matizaciones son necesarias: “No es tan importante el nivel absoluto de bienestar popular como el cambio de una generación a la otra”, escribe Turchin. Es decir, que las valoraciones en términos absolutos son, a veces, un indicador grosero. Es, de nuevo, importante, el elemento generacional: es la perdida de una generación a otra lo que resulta sensible.

Preguntado por ABC respecto a la nueva importancia del malthusianismo, la variable poblacional, Turchin dice algo revelador. “El malthusianismo es sólo uno de los mecanismos postulados por la Teoría Demográfica Estructural, pero menos importante que las fuerzas estructurales como la competencia intra-élites o la decadencia estatal. Esperaba que iría desapareciendo en gran medida con el tiempo. Sin embargo, la observación de que la expectativa de vida para la mayoría de americanos está decreciendo sugiere que en esta observación me apresuré”.

Es decir, que se ha producido una verificación malthusiana sobre el comportamiento de la población en una variable de la que se habla poco: el descenso en la esperanza de vida de parte de la población americana. En resumen, Estados Unidos se encontraría en pleno ciclo de desintegración. Este modelo cuantitativo de Turchin se confirmaría si hacia el 2020 se produce un incremento de la conflictividad social americana.

EL BREXIT

El trabajo de Turchin se centra en Estados Unidos en la actualidad, pero fue capaz de anticipar el Brexit, algo que ve como eminentemente disriptivo: una forma de destruir lo que no funciona. Es decir, un paso necesario para la reconstrucción.

Volvamos a Ibn Khaldun. Lo que hace Turchin es estudiar esa variable, la “asabiya”, la cooperación, a lo largo de los siglos y como cemento de una sociedad, imperio o civilización. “La tendencia general en los últimos milenios ha sido evolucionar hacia formas de cooperación en sociedades cada vez más grandes. Desde las pequeñas aldeas hasta los Estados Nación de hoy e incluso formaciones supranacionales como la Unión Europea. Pero la cooperación es frágil. Sabemos, al estudiar la historia, que la cooperación tiende a subir y a bajar en ciclos. Actualmente, y de acurdo con todos los indicadores, tanto Estados Unidos como Europa están en una fase descendente, de desintegración del ciclo de cooperación”.

Las razones que para Turchin lo explican en la UE son varias: traición de las élites, inmigración masiva, la desaparición de la amenaza externa inicial y un, digamos, exceso expansivo imperialista.
Las élites políticas en el Reino Unido se manifestaron abrumadoramente a favor de quedarse, pero la mayoría de la población votó a favor del Brexit. Algunas de las respuestas estarían en la traición de las políticas de las élites. Traición que Turchin asocia a las políticas neoliberales, “egoístas” y que observa en indicadores como el descenso en los niveles impositivos sobre los beneficios de las empresas.

Esta “traición” de las élites europeas sensibiliza el continente a una respuesta populista. Pero hay una causa explicativa más interesante en Turchin. Se estaría fracturando la solidaridad interna y la cohesión por una cuestión cultural: la expansión de la UE mucho más allá de su núcleo inicial, hacia zonas donde las nociones culturales de solidaridad diferirían respecto al núcleo fundacional. Para Turchin, este exceso imperialista, expansivo, de la UE la alejaría de su matriz cultural y política, aquélla de los países fundadores alrededor de Francia, Alemania y el Benelux. En su visión, la UE sería un eco, siglos después, del Imperio Carolingio y la cristiandad latina. “Las identidades no son fijas, evolucionan. La idea europea ha evolucionado desde los tiempos de Carlomagno, pero la evolución requiere tiempo. No puede construirse una identidad y un conjunto de instituciones comunes de una sola vez. La rápida expansión de la UE, mucho más allá de la zona donde nació Europa (el Imperio Carolingio) fue, en mi opinión, un gran error. El cambio sociopolítico es gradual y lento. Romperse, por otro lado, puede ocurrir con bastante rapidez”.

Y aquí viene la rehabilitación histórica que Turchin, que considera necesaria una Europa unida, hace del Brexit. “Romper forma parte, es un aspecto importante de la evolución social. Cuando las formaciones sociales se vuelven disfuncionales, deben ser de alguna manera barridas y sustituidas por formaciones más cooperativas y funcionales”. El Brexit sería la destrucción necesaria para la creación de algo mejor. Que un evolucionista cultural y político dude de la viabilidad de una Unión Europea expansiva, improvisada y elitista no puede extrañarnos.