Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Bale se sale, pero el pipero (ese hallazgo antropológico de Hughes) sólo está loco por el Balón de Oro, que se sortea hoy.
El “Punto Pelota” (creo que se decía así) fue el “Sálvame” del pipero, y el Balón de Oro es su Miss Mundo.
El Balón de Oro de hoy está entre Cristiano Ronaldo y Manuel Neuer, o sea, un par de pibones: dos metrosexuales tremendos que sólo necesitan, para ser Miss Mundo, hacer una declaración socialdemócrata y zapatera sobre la paz mundial.
–Como Miss Mundo que soy, sólo pido la paz mundial.
Dado que el fútbol es un deporte de feos, el crédito del Balón de Oro era que lo ganase un feo: Messi o, en último extremo, Ribéry, que debió ganar el del año pasado, y no se lo dieron para no cometer el error de hacer una fiesta sólo para futbolistas.
Mas, parafraseando a Florentino Pérez, el Balón de Oro ha pasado a ser una cosa de zidanes y pibones.
Cuando Mourinho reconoció que los futbolistas del Madrid hacían cola delante del espejo antes del partido mientras el árbitro los esperaba en el túnel, estaba reconociendo los nuevos valores del fútbol.
Hoy, los pibones (y sus pibonas) sólo acuden a una gala que es copia de un cotillón de Noche de Reyes si es para coronar a Neuer, un portero que tiene mejor juego de pies que Ramos, o a Cristiano, un delantero que tiene mejor juego de manos que Casillas.
Desde luego, por Messi ya no se moviliza nadie: darle otro Balón de Oro sería como coronarlo emperador, pero a su coronación no iría ni su mamá, como le ocurrió a Napoleón (aunque los pintores del Régimen la incluyeron en el cuadro).
Haría falta otro Plutarco para narrar las vidas paralelas de Messi y Cristiano.
La impresión es que lo mejor de los dos ya lo hemos visto. Ellos lo saben, y todo lo que hacen se encamina a la mejor administración personal de una larga decadencia: Messi no tiene decidido dónde, pero Cristiano parece dispuesto a darle curso en Madrid, donde el piperío se lo agradece pitando a Bale, que es quien vine empujando.
En estos momentos, Bale amenaza el penacho de Cristiano valiéndose, encima, de un puesto que la Patria reserva para Isco, el nuevo yerno de España, una vez que Casillas se puso a perder pelo.
Isco nunca será Balón de Oro, que es como decir Miss Mundo, pero bien podría ser Balón de Playa, que sería como decir Miss España, aquel concurso de Ansón. Y no estamos ninguneando a Isco: presidentes de gobierno y directores de periódico hubo en España que llegaron al cargo por haberse sabido mover donde convenía con un balón de playa.
Salvo Torres Dulce, que ha visto mucho cine de Ford, los piperos del Bernabéu hostigan a Bale porque no les gustan los tíos altos, fuertes y con diadema (adorno que no usan los mineros de “Qué verde era mi valle”), y Ancelotti, un administrador de egos con guante de mayordomo, ha prometido arreglar los egos desviados y ponerlos al servicio del “altruismo” (?), que es, dice, el valor representativo de su Madrid.
–Si hay egoísmo, lo vamos a arreglar.
El secreto de un buen administrador de egos es decir a cada ego lo que quiere oír, empezando por el ego del pipero, que es el más gordo.
–Yo levanto la cabeza, veo a Pineda e Isidro y sigo regateando –decía Juanito cuando estos mismos le llamaban (¡como a Bale!) chupón.
Pobre Bale, en manos de un administrador de egos.
LUIS ENRIQUE
Si será elevado el firmamento culé que a sus estrellas Luis Enrique tenía que dirigirlas desde lo alto de un andamio. Lo menos que él esperaba de ellas era que corrieran lo mismo que de futbolista corría él. Fue en vano. Y el templete se vino abajo: a Messi le pesan los Balones de Oro, Piqué sale con Shakira y a Neymar no se le puede mirar. Luis Enrique será un chusquero, pero ha tenido el valor de prescindir de los tres, un alarde de autoridad que en el Barcelona (y en el Madrid) te cuesta el puesto. Y Simeone, en el Atlético.
Si será elevado el firmamento culé que a sus estrellas Luis Enrique tenía que dirigirlas desde lo alto de un andamio. Lo menos que él esperaba de ellas era que corrieran lo mismo que de futbolista corría él. Fue en vano. Y el templete se vino abajo: a Messi le pesan los Balones de Oro, Piqué sale con Shakira y a Neymar no se le puede mirar. Luis Enrique será un chusquero, pero ha tenido el valor de prescindir de los tres, un alarde de autoridad que en el Barcelona (y en el Madrid) te cuesta el puesto. Y Simeone, en el Atlético.