Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Me lo dijo un gitano en los galgos de Madrigal, el pueblo de la reina fachosa, que diría Pablemos, el ateniense.
–Lo peor del mundo de ahora es el hipócrita (“singaló”).
Se quejaba, el hombre, de que hoy todo dios tiene dos opiniones, una para la gente y otra para los amigos.
Coño, la socialdemocracia, que no sé cómo se dirá en caló.
En España no se sabe de un socialdemócrata tan redondo como Bono, Merlín de zetapeces y pablemosidades, celestino de garzones y gonzalones, mandadero de tiernos y galvanes.
–Quien vea deslealtad en mí, tiene la mente poco limpia –dice Bono, con ese tono tan Lucas (el evangelista, no el cineasta) del fariseo con el publicano.
El bonismo va del puñito con paloma del PSP de Tierno (“autodeterminación (!) para las nacionalidades (!) de España y creación de una sociedad sin clases, autogestionaria, basada en una concepción marxista de la historia”) al ouroboros del Podemos de Pablemos, pasando por el puño y la rosa del PSOE de Gonzalón (el puño) y Garzón (la rosa).
Arrepiéntese Bono de reunirse “con Puyol y Rato” (“Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres…”, arranca la oración del fariseo), pero no de haberlo hecho con el becario de Blesa y el becario de Montero (Alberto, no Mariló), maceros de Zapatero. Y dice que “lo vergonzoso” sería reunirse con Bárcenas o Granados, aunque no explica qué tienen estos personajes que no tengan otros caballeros del cómic judicial con quienes alterna.
La crisis es necesidad, y con la necesidad prospera una industria muy española, la política de café.
En Madrid, por falta de cafés, la picaresca complutense se cita en casa de Bono, un Romanones del pobre, y en Barcelona, el generalato de campo (¡ay, Petraeus!) se cita en el Kitty, una Bürgerbräukeller del separatismo catalán, donde se habla del eccehomo de Borja que le han hecho a Tutankamon (¡alianza de civilizaciones!) en El Cairo, donde la policía ya habrá hecho detener a todas las Cecilias.