Hughes
Abc
Me hace verdadera gracia lo que sucede con el Madrid. Opinar de esto puede ser divertido. Hay dos bandos reconocibles, pero entre el underground y el mainstream al menos hay un entresuelo curiosón (nota: hacer una selección de grupos a mitad de camino, ¿no será esto el equivalente del “quedarse a media salida” del portero?).
Postura A. Segurolesca. A Casillas se lo ha cargado Mourinho. Primero, ya está reconociendo que Casillas no está bien. Algo es algo. Pero lo asombroso es que señale el examen de la grada como problema. Eso sería lo normal y la personalidad de Casillas debería poder con ello. Ese grito y pase al frente es lo que se le pide. Similar escrutinio han padecido otros jugadores y otros entrenadores, de entre los no-ungidos, claro.
Y luego están los otros, los de “moriremos indies, muerte a las multinacionales”, dando la vuelta del ninja hacia una forma sublime de criticismo acrítico, de dulce acidez, de solícita contestación. Cogidos a Mourinho como a un pedazo de corcho en el naufragio argumentativo: “No, mira, mira, culpan a Mourinho, ¡otra vez a Mourinho!”. ¡Pero si en eso Segurola tiene toda la razón! Mourinho se cargó a Casillas y puede que hasta muy bien cargado.
Están coincidiendo los dos mientras se llevan la contraria. Y juega España contra Macedonia y unos dicen que ay, Dios bendito, qué paradones tan definitivos, y los otros le niegan el cariño popular, que lo tiene y mucho.
Casillas es un símbolo, sí, pero es muy sintomático. Mourinho se lo cargó, es verdad, ¿por qué negarlo? Y lo raro es que luego se restituyera al portero. En otro club quizás se hubiera vendido. Homenaje y tan amigos. Pero menudos contratos firmó el Madrid en años pasados. Contratos y mitificaciones contractuales, ojo, que es peor, auténticas eternidades salariales en las que estos apóstoles del adjetivo faltón no hicieron su trabajo: fiscalizar y retratar.
Restituido un Casillas tan débil, pasa lo que pasa. El mourinhismo del ole con ole al menos reconoce que es una cuestión mental, que no es en sí mismo un desastre. Menos mal. Ya puede uno decir que Casillas ha hecho un paradón sin que le salte encima un torquemadilla de ratón. La cuestión va más allá, claro, y se trata de que, tras el interludio pastelero y salomónico del año pasado, en el que el entrenador contravino el dogma del portero y su confianza, el Madrid tiene en la puerta a un jugador traumado (y al parecer, y sobre todo, poco enérgico mentalmente). No sólo se echó a Mourinho, se desandó lo andado. Porque la restitución de Casillas parece también la de un estado de cosas, unas inercias, un universo, ya tú sabes… No era suficiente con despedirse del portugués, era necesario eliminar lo poco o mucho que hubiera hecho técnicamente. En lugar de asumir un curso técnico y proseguir, se devolvió la situación al estado anterior. Y los efectos son conocidos. Casillas está expuesto al silbido y a la posibilidad de escarnio domingo tras domingo (¡el forofo escrutinio!) mirando las jugadas como alguien demasiado consciente de su estado. Empieza a pensar uno que en la restitución hay cualquier cosa menos ingenuidad y que en el constante hola fondo norte, hola fondo sur de la opinión futbolera palpita el coñazo más hondo e insuperable. ¡Tostón, tostón, tostón! Un ping-pong muy loco entre chinos absurdos sin una pobre palomita que echarnos a la vista.
Postura A. Segurolesca. A Casillas se lo ha cargado Mourinho. Primero, ya está reconociendo que Casillas no está bien. Algo es algo. Pero lo asombroso es que señale el examen de la grada como problema. Eso sería lo normal y la personalidad de Casillas debería poder con ello. Ese grito y pase al frente es lo que se le pide. Similar escrutinio han padecido otros jugadores y otros entrenadores, de entre los no-ungidos, claro.
Y luego están los otros, los de “moriremos indies, muerte a las multinacionales”, dando la vuelta del ninja hacia una forma sublime de criticismo acrítico, de dulce acidez, de solícita contestación. Cogidos a Mourinho como a un pedazo de corcho en el naufragio argumentativo: “No, mira, mira, culpan a Mourinho, ¡otra vez a Mourinho!”. ¡Pero si en eso Segurola tiene toda la razón! Mourinho se cargó a Casillas y puede que hasta muy bien cargado.
Están coincidiendo los dos mientras se llevan la contraria. Y juega España contra Macedonia y unos dicen que ay, Dios bendito, qué paradones tan definitivos, y los otros le niegan el cariño popular, que lo tiene y mucho.
Casillas es un símbolo, sí, pero es muy sintomático. Mourinho se lo cargó, es verdad, ¿por qué negarlo? Y lo raro es que luego se restituyera al portero. En otro club quizás se hubiera vendido. Homenaje y tan amigos. Pero menudos contratos firmó el Madrid en años pasados. Contratos y mitificaciones contractuales, ojo, que es peor, auténticas eternidades salariales en las que estos apóstoles del adjetivo faltón no hicieron su trabajo: fiscalizar y retratar.
Restituido un Casillas tan débil, pasa lo que pasa. El mourinhismo del ole con ole al menos reconoce que es una cuestión mental, que no es en sí mismo un desastre. Menos mal. Ya puede uno decir que Casillas ha hecho un paradón sin que le salte encima un torquemadilla de ratón. La cuestión va más allá, claro, y se trata de que, tras el interludio pastelero y salomónico del año pasado, en el que el entrenador contravino el dogma del portero y su confianza, el Madrid tiene en la puerta a un jugador traumado (y al parecer, y sobre todo, poco enérgico mentalmente). No sólo se echó a Mourinho, se desandó lo andado. Porque la restitución de Casillas parece también la de un estado de cosas, unas inercias, un universo, ya tú sabes… No era suficiente con despedirse del portugués, era necesario eliminar lo poco o mucho que hubiera hecho técnicamente. En lugar de asumir un curso técnico y proseguir, se devolvió la situación al estado anterior. Y los efectos son conocidos. Casillas está expuesto al silbido y a la posibilidad de escarnio domingo tras domingo (¡el forofo escrutinio!) mirando las jugadas como alguien demasiado consciente de su estado. Empieza a pensar uno que en la restitución hay cualquier cosa menos ingenuidad y que en el constante hola fondo norte, hola fondo sur de la opinión futbolera palpita el coñazo más hondo e insuperable. ¡Tostón, tostón, tostón! Un ping-pong muy loco entre chinos absurdos sin una pobre palomita que echarnos a la vista.