Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Si ustedes quieren entender a España, no les diré lo que Ortega, que vayan a los toros, que cuestan un ojo de la cara (y a veces, la cara entera), pero tienen en las librerías el libro clásico de Frazer, padre de la antropología, “La rama dorada”, donde viene explicado el fenómeno de los jefecillos tribales echando un discurso a sus comunidades con el pretexto de la Navidad.
Me dicen que unos quince reyezuelos de las taifas peninsulares han echado este año discurso navideño, aunque a mí sólo me han llegado ecos del de Monago, el extremeño, dirigiéndose a sus contribuyentes para recordarles que nadie (¡ni siquiera ellos!) puede obligar a una mujer a ser madre.
Ya me figuro que el ruido del aborto es para tapar el himno de la alegría etarra y la ampliación del riau-riau penitenciario a la basura del 95, pero es que este Monago me recuerda al Lerroux de “¡Rebeldes, rebeldes!”:
–Jóvenes bárbaros de hoy, entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este país sin ventura, destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo de las novicias y elevadlas a la categoría de madres para virilizar la especie… El pueblo es esclavo de la iglesia.
Entre las madres y los rebeldes, Monago se ha caído en una torta del Casar.
Es España.
América nos vende series de la HBO y nosotros le vendemos estos Discursos de Navidad que son como nicanores de Boñar inspirados en aquel Quinto Canal de El Perich que daba noticias como ésta: “La iglesia sigue firme en su postura: la homosexualidad es de maricones.”
El infantilismo de las tribus lleva a sus reyezuelos a jugar a la publicidad del Ikea: así, igual que Liberty Valance vivía allí donde colgaba su sombrero, estos se constituyen en repúblicas independientes allí donde extienden su felpudo.
Es lo que Rubalcaba llama República Federal, y Búfalo, de Búfalo y Vil, País de Todos los Demonios, pues ella prefiere una República Democrática, con su murito y todo.