jueves, 2 de enero de 2014

Bondades asesinas

Remedios a un perro herido

Francisco Javier Gómez Izquierdo

Me pilla en los Montes de Toledo el arrepentimiento de los presos de ETA, como si el espíritu de la Navidad  y no el filibusterismo catalán hubiera inundado los chabolos de España. Leo que allegados de esos reos desprecian el acto de contrición y los propósitos de enmienda de su muchachada e insultan sin compasión en Eibar  a un grupo mutilado en cuerpo y alma, dando una perfecta interpretación a las palabras del sermón de la cárcel.

        Cuando hace casi veinte años vinieron a Córdoba mis padres al nacimiento de su nieto lo que más llamó la atención al abuelo fue la cantidad de hombres que había en las plazas “...y ninguno mutilado”. Sorprendía a mi padre la cantidad de personal occioso por no tener conocimiento de los asuntos del Per y la poca disposición del gobierno andaluz en remediar la lacra del clientelismo. Hoy, naciendo el 2014, me acuerdo de aquel mayo del 94 y constato la hipocresía nacional, ciega ante el bosque y feliz junto al tiesto. Las voces con autoridad riñen un poquito como el confesor marianista al niño que fuimos, pero de aquí a unos meses remediarán los pecados ajenos con cinco padrenuestros y diez avemarías y se hará así porque, como mi padre, nadie verá mutilados en las plazas de España. En prevención de males mayores curarán sus heridas a solas. Mas que nada, para no molestar.

       -Tu muerte me sale gratis -decían entre risas los pachis, con beatífica previsión, cuando un boqui les pedía levantarse de la cama a la hora del recuento carcelario.