Arola
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Madrid presenta a Ancelotti, nuestro Don Camilo (versión Fernandel), pero en Madrid sólo se habla de Arola.
Que Montoro le ha precintado a Arola, en vez de la cocina, que es con lo que se ha ganado las estrellas Michelín, la bodega, que es como si en el fútbol a los clubs morosos les precintaran, en vez de la camiseta, el balón.
–Así pagan lo que uno ha hecho por la imagen de España –fue el primer lamento de Arola.
Y luego nos quejamos de que en algunos restaurantes nos sumen la fecha a la cuenta a la hora de pagar.
–No se puede jugar con la reputación de España –remachó desde Brasil, a su aire y hablando de otra cosa, Sergio Ramos, “elemental y recio”, como el pasado de Jacinto Quincoces en la oda de Federico Muelas.
“Elemental y recio, tu pasado / es la cruda tangente para el vuelo / de un litro de aire en cuero aprisionado.”
Precintado el vino, cualquier día Montoro nos precinta el aire.
Incierto y oscuro, como el reinado de Witiza, se presenta en España el futuro del emprendedor.
La Guardia Civil sorprendió el otro día en Aranda a un emprendedor de bar que se proveía de tocinos en granja ajena despenando a palos a los cochinos, en trance de Boris Karloff en “The Body Snatcher”.
En Aranda no se puede regentar un bar sin torreznos nuevos y en Madrid no se puede regentar un Michelín sin vino viejo, salvo que Arola hiciera lo que Jesús en la boda de Caná de Galilea con las tinajas de agua de cien litros que tenían los judíos para las purificaciones.
Lo que para Ortega era un problema cósmico, el vino, para Montoro no es más que un conflicto de tenedores, pero de deuda.
El vino fue antiguamente (Alceo, Anacreonte, Horacio) un dios. Montoro, con un simple precinto, lo ha convertido en una prenda fiscal, y a todos nos gustaría estar en una mesa de Arola el día que los inspectores retiren esa cinta para pegar las grandes voces que pegó Gargantúa al salir del vientre de su madre:
–¡A beber! ¡A beber!