Francisco Javier Gómez Izquierdo
Cuando llegué a Córdoba quedé maravillado por la facilidad con la que cierta especie de logreros hallaba acomodo en la Administración, haciéndose imprescindible a fuerza de insistir. Empezaban los tiempos de la importancia del psicólogo y lo mucho que vestía que los hijos accedieran al buen consejo del profesional de las ciencias del comportamiento en el Colegio. No había freno presupuestario a tamaña necesidad. Tengo entendido que hasta los etarras se apuntaron a estudiar Psicología en las cárceles, sabedores de lo que en verdad tenía futuro. El Ayuntamiento cordobés no escatimó gastos en animadores culturales, monitores, talleres de todo tipo (desde jugar a la rana a técnicas de autoestima) y hasta adecentó un extraordinario edificio para ocupar a una suerte de “guardia joven” -con sueldo, por supuesto- bautizándolo con el nombre de “Casa de la juventud”. Allí se facilitan condones, se alaba la promiscuidad, se enaltece la marihuana y se reparten folletos de muy buena calidad. Rosa Joaquina concedió el honor de que aquellos veinteañeros con sueños revolucionarios y aire acondicionado organizaran un Congreso de punkis. Una de las últimas propuestas de estas criaturas es habilitar dos o tres cuartos para tener ayuntamiento carnal no previsto. Cuando acaban las fiestas de la zona, algunos de estos chicos y chicas suelen ir a Cuba a gastos pagados, aún no se sabe a qué (uno que lo sabía lo dijo en una Diputación, pero luego lo desmintió) y es asunto éste del que ya tuvieron noticias los seguidores de Salmonetes... Bien... pues unos mozos vestidos como acostumbran los que cobran nómina en la Casa de la Juventud de Córdoba, sin callos en las manos y sin méritos a la vista, andaban desde hace un mes por la plaza de las Tendillas con sábanas en el suelo, invitando al paseante a que escribiera lo que le diera la gana. Me sorprendió el pancartón que lucía en uno de los edificios de la plaza, y pensé que aquéllos perroflautas -como son conocidos por el vulgo- tenían la bendición de nuestro alcalde. Parece ser que estoy equivocado y veo lo que no es. Ray, el bandolero cultural, del que no conozco su rostro, ni su figura, también se ha apuntado a la nueva tribu. Ray vive cerca de la plaza del Potro, “universidad de delincuentes”, según dejó dicho Cervantes, y su casa es fácil de distinguir. Desde lejos ya escuchará usted música de sevillanas, y al llegar a su altura podrá ver un decorado indescriptible. Las malas lenguas dicen que tiene paga y que no pone impedimentos si le proponen “trabajos sucios”. Ustedes no se lo crean, porque la gente es muy mala y le da gusto enredar.
Cuando llegué a Córdoba quedé maravillado por la facilidad con la que cierta especie de logreros hallaba acomodo en la Administración, haciéndose imprescindible a fuerza de insistir. Empezaban los tiempos de la importancia del psicólogo y lo mucho que vestía que los hijos accedieran al buen consejo del profesional de las ciencias del comportamiento en el Colegio. No había freno presupuestario a tamaña necesidad. Tengo entendido que hasta los etarras se apuntaron a estudiar Psicología en las cárceles, sabedores de lo que en verdad tenía futuro. El Ayuntamiento cordobés no escatimó gastos en animadores culturales, monitores, talleres de todo tipo (desde jugar a la rana a técnicas de autoestima) y hasta adecentó un extraordinario edificio para ocupar a una suerte de “guardia joven” -con sueldo, por supuesto- bautizándolo con el nombre de “Casa de la juventud”. Allí se facilitan condones, se alaba la promiscuidad, se enaltece la marihuana y se reparten folletos de muy buena calidad. Rosa Joaquina concedió el honor de que aquellos veinteañeros con sueños revolucionarios y aire acondicionado organizaran un Congreso de punkis. Una de las últimas propuestas de estas criaturas es habilitar dos o tres cuartos para tener ayuntamiento carnal no previsto. Cuando acaban las fiestas de la zona, algunos de estos chicos y chicas suelen ir a Cuba a gastos pagados, aún no se sabe a qué (uno que lo sabía lo dijo en una Diputación, pero luego lo desmintió) y es asunto éste del que ya tuvieron noticias los seguidores de Salmonetes... Bien... pues unos mozos vestidos como acostumbran los que cobran nómina en la Casa de la Juventud de Córdoba, sin callos en las manos y sin méritos a la vista, andaban desde hace un mes por la plaza de las Tendillas con sábanas en el suelo, invitando al paseante a que escribiera lo que le diera la gana. Me sorprendió el pancartón que lucía en uno de los edificios de la plaza, y pensé que aquéllos perroflautas -como son conocidos por el vulgo- tenían la bendición de nuestro alcalde. Parece ser que estoy equivocado y veo lo que no es. Ray, el bandolero cultural, del que no conozco su rostro, ni su figura, también se ha apuntado a la nueva tribu. Ray vive cerca de la plaza del Potro, “universidad de delincuentes”, según dejó dicho Cervantes, y su casa es fácil de distinguir. Desde lejos ya escuchará usted música de sevillanas, y al llegar a su altura podrá ver un decorado indescriptible. Las malas lenguas dicen que tiene paga y que no pone impedimentos si le proponen “trabajos sucios”. Ustedes no se lo crean, porque la gente es muy mala y le da gusto enredar.