José Ramón Márquez
Hoy, los Puerto de San Lorenzo, la franquicia de atasardos y lisarnasios de los Fraile, o de uno de ellos, que estos frailes creo yo que lo que se merecen con todo derecho es una buena desamortización.
Podríamos decir que la corrida de hoy va engarzada con la de ayer y ambas a su vez con la de mañana, como unas cerezas de ésas que se quedan atrapadas las unas en las otras. En la de ayer echaron un toro al corral; en la de hoy, dos; y en la de mañana ya han puesto en la calle a dieciocho en el reconocimiento previo, que eso a lo que más se parece es a un ERE. O sea que hoy siguió la estirpe de Amador dando la lata por la plaza de Las Ventas, y el que quiera saber si los toros eran más lisardeados o más atanasiados tendrá que irse a leer a Barquerito, que siempre lo explica, el hombre.
Yo tengo entendido que este don Lorenzo Fraile es un hombre que recibe en su cas la mar de bien, que te da un choricillo que quita el hipo y que es un anfitrión realmente rumboso. Digo lo anterior porque es la única explicación que se me ocurre para que año tras año desde hace la torta tengamos en Madrid a los Puerto de San Lorenzo dando la murga, arrastrando sus carnes al trote o al galope o pegándose unas costaladas de padre y muy señor mío. Y no valen cuentas de los Puerto, que si antes eran muy buenos, porque en general estos frailes han traído a Madrid tal cantidad de corridas sin maldito interés que ya podían dejar de traerla, de recetarle a el Puerto de San Lorenzo unas largas vacaciones sin venir a Madrid, que si a Moreno Silva le han premiado la encastadísima novillada del año pasado en San Isidro por el conocido sistema de no traerla este año, ya se les podía ocurrir la misma medida cautelar para una birria de ganadería que no lleva echando en Madrid más que ruina.
Por ejemplo, en el San Isidro de 1986, que lo tengo aquí a mano, sólo pasaron cuatro toros el reconocimiento y la corrida se remendó con dos de Martínez Benavides -en aquella época se vieron muchos sobreros de esta ganadería, a uno de los cuales le hizo Paula su famosa faena de Otoño- y la mataron Manzanares, Emilio Muñoz y Paco Ojeda. Incompleta, blanda y sin interés, lo mismo que hoy, veinticinco años después. Pero hoy, además, mansa, descastada y mal presentada, que el toro Billetito, número 127, era más feo que pegar a un fraile y tenía unos pitones asaltillados que abren una interesante línea de investigación para los interesados.
Hoy se anunciaron Cid, Perera y Luque. De Perera vale exactamente lo mismo que puse de él aquí en su anterior comparecencia: “Sin ideas y como aburrido, no da la impresión de que esté centrado.” Vale idéntico para hoy.
De Luque ¿qué voy a decir? Es el torero al que posiblemente he visto más tardes en la pasada temporada entre el domingo de Resurrección en Madrid y la Feria de San Miguel en Sevilla y, además, su padre me invitó a un café una vez. Pues Luque sigue lo mismo, sólo que hoy no le salió lo del capote, para decir que qué buen capote tiene, aunque lo que se debería decir es que qué gran capote tiene, porque el tío lleva una manta gigante, que de ahí lo mismo salen tres capotes de los de Curro Romero y sobra para hacer unas fundas para los brazos de los sillones.
Pasado el trámite del capote con poca brillantez, se fue a recetarnos su faenita que se resume en el ya clásico julismo de pierna retrasada y demás abominaciones, aunque el sello personal que Luque imprime a su toreo frente al del deificado Maestro July es que Luque busca las distancias muy cortas, el arrimón, en el que hay tan poco toreo como en ir por la calle empujando el carrito de un niño. Se puso en plan de cercanías, pero allí había algo que no salía, las series enganchadas y el tonto del toro con la lengua fuera acabaron con sus dos toros y nada pasó salvo un magnífico redondo a su primero que quizás nadie vió.
Y el Cid. En su primero estuvo en la línea del primer día, medroso y desconfiado, sin centrarse ni acabar de plantearse, mató mal. En el cuarto, Carretillo, número 56, comenzó con las mismas dudas. El toro había sido protestado por la costalada que se pegó a la salida del par de Pirri y su manifiesta debilidad; fue mantenido en pie durante el segundo tercio por el capote de Boni. En un momento dado, con la faena a su mitad y sin nada relevante, El Cid le da la vuelta a la cosa y comienza a torear cruzado al pitón contrario y, por momentos, con la gran verdad que él atesora. Por fin, tras una semana y pico de Feria, asoma el toreo de verdad por Las Ventas. Ya no se escuchan los deplorables ¡Bieeeen! con que nos atruenan a cada momento y aparece el ¡Ole! ¿Por qué será? El Cid planea sus naturales con enjundia desde el cite, no lleva al toro lejos como los modernos, sino que se lo trae atrás, a la cadera, y ahí liga el muletazo y cuando ya no puede estar porque si no el toro se lo llevaría, engancha el pase de pecho mandón en el que se enrosca al toro haciéndole pasar por todo el pecho y dándole salida por la hombrera, que ésa es la diferencia entre el pase por alto de alivio y de todas las tardes, o sea el ‘obligado’, y el auténtico de pecho tal cual lo aprendimos. El Cid trajo a Las Ventas el aire del toreo bueno, clásico, y cuando bajábamos la escalera ya estábamos toreando al aire y por más que buscábamos, de lo de ayer no quedaba nada salvo esa grandiosa estocada que aún sigue dando vueltas por la cabeza.
Creo que hoy El Cid tuvo una tremenda lucha consigo mismo y, una vez más, triunfó su honradez de torero que fue capaz de sujetar a su cuerpo, que le decía: ‘¡Vete, haz como todos!’, haciendo caso a la razón que le decía: "¡Ésta es tu plaza, no les puedes dejar con las manos vacías!"
El toro, desde que notó el mando del torero, cambió entregándose a él, porque la muleta ya le explicaba muy bien quién era el amo en esos momentos. El toro acabó rajándose y demostrando su mansedumbre y, para finalizar, El Cid le arreó una estocada entera caída y trasera. Entre lo de Iván Fandiño y esto es el poco toreo de verdad que llevamos en lo que va de Feria.
Hoy Juan Sierra le ganó la pelea a Boni: la lidia que le hizo al quinto fue magistral.
La liebre del toreo saltó en el cuarto, que es el toro
de la sagrada merienda del Doctor Moncholi, que no lo vio
de la sagrada merienda del Doctor Moncholi, que no lo vio