viernes, 3 de febrero de 2023

La cafrería española

 


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    España es racista, pero su racismo es relativo, el peor de los racismos: un racismo que da igual, pues la palabra “relativismo” alude a “una escala móvil que produce lecturas diferentes en situaciones similares”.


    –Fue en un contexto de máxima rivalidad y duraron unos segundos –argumentó con relativismo jurídico la fiscalía madrileña su archivo de las denuncias por los cánticos contra Vinicius (“¡Eres un mono, Vinicius, eres un mono!”) en el Civitas, que abochornaron incluso a ese hombre con cara de molde del Monte Rushmore que es Pedro Sánchez.


    En España, el racismo es relativo, pero la cafrería es absoluta e impregna todos los gremios, pues constituye nuestro Zeitgeist. Según la doctrina oficial, la que despachan los medios, este Zeigeist responde a otro concepto alemán (¡y schmittiano!), “Herausforderung”, que contiene tanto el sentido de un “challenge” como el de una “provocación”. Vinicius provoca en el Civitas igual que Ayuso provoca en la Complu, donde tiene que salir al corte Eli, que hace de lateral derecho expeditivo para ganarse el cuarto de hora de gloria prometido por Andy Warhol, que aquí es Ferreras. Isi, Maffeo, Raíllo… ¡y Eli! (
Elí, Elí, ¿lama sabactani?), los héroes mediáticos del Callejón del Gato.


    La España cafre que grita “mono” a Vinicius en el estadio es la misma España cafre que grita “asesina” a Ayuso en la Universidad, es decir, la España de la sartén por el mango: el mango de la Revolución Pendiente con su aire amenazador y, sobre todo, grosero, “hijo del feísmo y de un rencor acumulado que encoge el alma y nos tiene a todos en una nerviosa provisionalidad”, como lo describiera Ruano.


    –La Uefa estudia una denuncia contra “el racismo anticatalán del Real Madrid” –tituló un periódico de Barcelona cuando Mourinho, víctima, por portugués, de la cafrería hispánica, que inspiró a Ricardo Bada uno de sus rizomas: “Seré racista, carajo. Mourinho, como su mismo nombre dice, es un morito, que se las da de Cristiano. ¿O es que nadie sabe portugués?”


    En esta sociedad encanallada por siglos de servidumbre voluntaria (y de la otra), uno puede levantar el meñique y negar que España sea racista con la cosa de que en “La Araucana” de Ercilla el protagonista es el toqui mapuche Caupolicán, y no el capitán español, con lo cual los cánticos contra Vinicius pueden ser, y citamos a la fiscalía, “desagradables”, ¿verdad?, pero no constituir delito, además de que la policía no pudo identificar a los tenores, “toda vez que el sistema de grabación del estadio no graba”.


    Racista era Darwin, que atribuía el éxito colonial a “la osada e insistente energía” de los ingleses. Y Voltaire, que ahí lo dejamos. Ni que decir tiene que los nazis eran racistas, si bien los americanos mantuvieron la segregación durante toda la guerra. Y Fidelón (padre gallego y madre libanesa) se hacía llamar “afrolatinoamericano” al tiempo que negaba la salida de Cuba a los negros (hasta el Mariel).


    España es cafre.

 

[Viernes, 27 de Enero]