Alcachofa y Curro
JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Para esta segunda corrida de toros, la del Domingo de Resurrección, estimó oportuno la razón social Plaza 1 solicitar los servicios de los diestros Curro Díaz, Sergio Serrano y Tomás Campos. En ese sentido la citada empresa no puede quejarse de trabajar bajo presión, como pasa en Sevilla, donde hay que meter año tras año a Curro o a cualquiera de las fantasmagorías que le evocan de las que van surgiendo tras su desaparición de los ruedos. En Madrid da lo mismo al que pongan y bien podían haber metido a estos tres de hoy o haber montado otra con Álvaro de la Calle como único espada, que nadie habría puesto el grito en el cielo. Y con los toros lo mismo, que en Sevilla hay que poner sea como sea a seis de Juan Pedro, y eso no es discutible, mientras que en Madrid se puede echar mano de lo que sea, que tampoco nadie se va a poner a protestar si vienen los del Montecillo, o los del Ventorrillo, o los del Cortijillo, o los de Villalobillos, que a fin de cuentas ¡qué más da!
Con la enorme libertad que da el no verse apurado por presión de ningún tipo, los avezados empleados de Plaza 1 fijaron sus golosos y expertos ojos en lo del Montecillo, que lo mismo se fijaron en eso porque era lo que les vendían a más bajo precio. Tras el fallecimiento de don Paco Medina (qDg) la ganadería quedó en manos de sus herederos y estos, en una hábil maniobra por la que les felicitamos de corazón, han conseguido deshacerse de ella. Vamos, que han vendido hasta la finca, a unos que, según me dijo uno de la Andanada, le proveen de jamones al Mercadona. De momento ya le han vendido seis toros a Plaza1 que, con lo que comen esos bichos, se han quitado los hombres un buen peso de encima.
Es verdad que no podemos echar los perros a los proveedores del Mercadona, y a partir de hoy de Plaza 1, por el ganado que han mandado a los madriles, porque bien es verdad que entre el fallecimiento de don Paco a finales de 2019 y la venta del mamotreto ganadero a principios de 2022 tampoco han tenido los nuevos amos la capacidad de dar su “toque de distinción” a las prendas que les han vendido. Espero de verdad, sin conocer de nada a esos nuevos propietarios, que no hayan pagado mucho por la finca, los bichos y el hierro, porque a la vista de lo que hoy ha salido por la puerta de chiqueros que custodia con solemnidad don Gabriel Martín ataviado de barquillero, la cosa ganadera es como para que se enciendan bastantes alarmas, ya que si a la blandura del conjunto unimos el descaste y la sosería que han mostrado patentemente los Montecillo hoy en Las Ventas, ya tenemos un cóctel perfecto para comenzar a pensar, sin prisa pero sin pausa, en ir “eliminando lo anterior”, sea lo que sea lo anterior.
El que más se ha movido del deplorable encierro de El Montecillo en el debut de sus nuevos ganaderos en el Foro ha sido el quinto, Chaparrito, número 36, un castaño con un aspecto muy anovillado que acudió con alegría, con una juvenil alegría diríamos, al penco guateado y a los cites de su matador, especialmente cuando le citó de rodillas. El resto del encierro se movió principalmente en la línea de la blandura fofa, con las clásicas monerías de perder las manos, tropezar con una piedrecilla o despanzurrarse a todo lo largo, como un turista un poco resacoso en la Playa de Poniente de Benidorm. También hay que ser justos a la hora de reconocer que de mala leche los toros no portaban ni medio gramo y que si tuvieron alguna pequeña ocasión de hacer el mal a los humanos, no la aprovecharon.
Curro Díaz trajo lo mejor de la tarde: el vestido. Un terno azul eléctrico y oro muy elegante. Así se viene a Madrid. De lo demás, lo de (casi) siempre, como las verónicas a su primero, que ya son un clásico del jienenese; de ésas dejó esbozadas, más que ejecutadas, un par de ellas para complacer a sus seguidores, enaltecidas por la natural elegancia en las formas del torero, con las que consigue que todo lo que hace parezca mucho mejor que lo que es. Luego trasteo de ventajillas, a base de ceder la posición al toro, la pata bien retrasada por lo que pueda pasar, y de quitar la muleta antes de terminar el pase. Prácticamente toda la faena con la derecha y con muchos enganchones y remate con un sartenazo en los blandos.
En su segundo, Alcachofa, número 21, ya no tocaba lo de las verónicas, que eso va generalmente en el primero, y a cambio tocó el inicio asolerado por bajo y andando hacia el tercio con el toro, que si hubiese salido bien habría sido una preciosidad, pero que bien, bien, lo que se dice bien, no le salió. Luego una faena de altibajos, más bajos que altos, con unos espatarres que nada convienen a la estética de Curro Díaz, en un amagar y no dar sin que la cosa cobre vuelo hasta que aparece un espléndido natural, un cartel de toros, que sabe a muy poco, la verdad sea dicha. Mató al toro con alevosía y se pegó una vuelta al ruedo porque le dio la gana. Ésa ya nadie se la quita.
Sergio Serrano se vino con la cosa de demostrar sus ganas y su entrega, recibiendo a su primero a porta gayola, que pasó una eternidad entre que Cabrero, número 13, salió al ruedo y cuando se enteró de que allí había un señor de rodillas citándole. Finalmente cuando el toro vio al torero e hizo por él, éste se tuvo que tirar en plancha al suelo, porque si le pilla, le desguaza. Ahí hubo un pequeño lío de gentes al quite, capotes caídos por el suelo y un quite de Óscar Castellanos que le valió las más sinceras palmas de la tarde. Luego ya, en lo que se dice la faena, tampoco hubo nada con lo que irse conformando pues el desacuerdo que se manifestó entre Cabrero y Serrano fue pleno. Ninguna complicidad nació entre ellos y, visto lo visto, Serrano decidió despenar a Cabrero de la misma forma que se mata a las cabras. Su segundo fue el Chaparrito del que se habló brevemente más arriba. Serrano desperdició las embestidas primeras del novillo/toro en su apuesta de toreo de hinojos, como decía Matías Prats Cañete, y una vez erguido se puso a largar trapo y a echar afuera al bicho. Este o bien se hartó de lo que le hacían o bien ya no podía ni con su alma y la cosa languidecía. Un chusco gritó:
-¿Falta mucho?
Y sí que faltaba todavía un ratito para que Serrano se tirase a cobrar un pinchazo hondo y diese por acabada su actuación.
Y de Tomás Campos a ver qué decimos, que es que el hombre ha pasado por Las Ventas sin pena ni gloria: Curro Díaz traía su sello personal y sus cositas, Sergio Serrano sus ganas de agradar… ¿Y Tomás Campos? Bueno, pues si quitamos el bajonazo al primero y lo pesadito que se puso en el sexto, lo de Tomás Campos se queda en la nada, que fue lo que trajo a Madrid el extremeño en esta hermosa tarde de abril.
La vuelta que nadie pidió
ANDREW MOORE
¿Dónde está la autoridad?
Montecillo y Currillo
Serranillo y Montecillo
Ánima del Montecillo
¿Qué trajo a Las Ventas?
Serrano y final
Pies en todas direcciones
FIN