lunes, 19 de junio de 2023

Penaltis que agradecer

 


Cuñados

 

Francisco Javier Gómez Izquierdo

Seguro que a los futbolistas les encanta ganar la Liga de las Naciones, ese invento uefero, del que dice el que manda que no se creó con ánimo pecuniario. Ganarla sí, pero jugarla hasta llegar a la final, servidor cree que les incomoda bastante, sobre todo a los fijos de continuo, porque les quita tiempo con la familia y averiguar cosas en sus casas. Perdonen la comparación, pero la final a cuatro recuerda a aquellos torneos extraordinarios de los setenta, pongamos sobre todos el Ramón de Carranza, en los que estábamos pendientes de las novedades locales y de los regates de las figuras extranjeras.

 

La liga de las Naciones quizás con el tiempo en España llegue a llamar tanto la atención como el antiguo Carranza, sobre todo si se gana, no importa si es con Fortuna, o se pierde como ante Francia con aquella marciana interpretación sobre el fuera de juego en el gol antirreglamentario de Mbbappé y que nos hizo sospechar que el arbitraje mundial se estaba volviendo completamente loco.
       La final fue aburrida. Gusta ver a Modric; su espíritu, su clase, su coraje, su estar al pie del cañón que tanto contagia a sus compañeros sin el menor asomo de tentación de caer en el escaqueo, nos empuja a querer y respetar a Croacia por muchas bombas que lleve en el pescuezo Brozovic, discípulo más que compañero de Luka. "La Croacia de Modric", decimos como antes decíamos "la Croacia de Srna", aquel lateral que tanto admiré y que como Modric estuvo más de 20 años pareciendo juvenil. La Croacia de Modric tiene tendencia a las prórrogas y titánicos esfuerzos, pero se le niegan los títulos porque se ve que en las finales cuentan muchas más cosas: por ejemplo la Fortuna, imprescindible para un campeón.


       Hay tandas de penaltis -no se olvide que fue un invento del Carranza- que resultan horrorosas en la ejecución; las hay que transforman a porteros corrientes en legendarios y nos encontramos con otras en las que tres centímetros que se le escapan a la Diosa bastan para estropear un excelente lanzamiento y coronar a un cancerbero en el que nunca ha confiado el aficionado. Los penaltis se tiraron bien todos. El peor a mi parecer, quizás el último; el que dio el título; el de Carvajal. El primero lo clavó Joselu, su cuñado, y al ver la celebración con las dos esposas gemelas me quedé con la tontería de que Luis de la Fuente quitó a los tres del mismo pueblo, Los Palacios, y sacó a los dos cuñados para intentar doblegar a Modric y sus corajudos conmilitones. Nuestro Modric va a ser, es ya Rodrigo. No tiene su técnica ni su imaginación, pero es listo como Lukka y puede que hasta más inteligente en el campo. Manda sin aspavientos y distribuye con mucho conocimiento. Alrededor del medio centro el míster tiene que ir conformando un equipo poderoso. Lo malo es que no hay perspectivas de abandonar el magreo del balón que tanto identifica a nuestra selección.


       Un apunte. Vaya por delante que entre Alavés y Levante prefiero el Alavés (en realidad, voy con el que juegue contra el Levante por la afrenta federativa del 2002 al Burgos), pero el penalty en el minuto 129 que dió el sábado el ascenso a los vitorianos, tras varias exégesis interpretativas para poder aplicar la "Sacrosanta Inquisición del VAR" en la involuntaria mano de Rober Pier, es evidente que avergüenza a los aficionados con mas de medio siglo asistiendo a los estadios y clava otra palada en ésa fosa en la que se está enterrando el fútbol.