lunes, 5 de junio de 2023

Hablaremos del gobierno


Camilo José Cela

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Camilo José Cela fue el último escritor clásico que lloró en España (donde “escribir es llorar”, aunque sea de risa), y Pío Baroja, su Baroja, le negó un prólogo para “La familia de Pascual Duarte”, porque “hombre, no quiero que me lleven a la cárcel, usted debe hacerse cargo”.


    Se supone que hoy, en este bar, uno tendría que hablar de la Liga, que está en ascuas, pero no lo haré porque su presidente envío hace dos meses al periódico un burofax (el primero que recibo en más de cuarenta años tirando folios) con todos los sellos, lacres y tampones reglamentarios y con exigencia de rectificación de la expresión “Liga de X” (en la x, el apellido de su presidente), porque, académicamente, el “de” preposicional, argumentaba el equipo jurídico, significa propiedad (sólo faltó la cita proudhoniana de “la propiedad es un robo”), y el presidente no es el propietario de la Liga, en vista de lo cual, y para no ir a la cárcel, hice lo que Baroja, y resolví no volver a escribir ni de la Liga ni de su presidente, pues tampoco tiene uno, hombre de paz, el temple y el dinero de un Bernard-Henri Lévy para ir de zascandil a los frentes de guerra.

 

 Haremos de Tip y Coll y hablaremos del gobierno, que al regalar el “caso Vinicius” a los enemigos de España (que no sólo son “el separatismo y el marxismo”, como señalaba el José Antonio de Petón) es responsable de la mayor pérdida de imagen internacional de la Nación desde los días de Fernando VII en Bayona.


    Ni que decir tiene que ahora me tiento la ropa cada vez que debo consignar que algo es “de” alguien, aunque creo que podré escribir sin sobresaltos “gobierno de Sánchez”. En la Francia pedorra de la Ilustración las personas de renombre, “en especial escritores”, acostumbraban asumir un título implícito por medio de un “de”: Jean “de” Racine, François “de” Voltaire, Caron “de” Beaumarchais. Barzun nos explica que la anexión de esta partícula se hacía con fines prácticos: estos hombres tenían amigos aristócratas; cuando iban a visitarlos, debían dar su nombre y, sin ese “de”, podría haberle sido negada la entrada o ser tratado con desdén por el esnob de turno.


    –En suma: en el XVI, un “de” no era indicio claro de que hubiera un antepasado que hubiese luchado junto a Carlomagno.


    En fin, que el “de” de “gobierno de Sánchez” no es indicio claro de que el gobierno sea comparable al de Sancho el Fuerte, hijo de Sancho el Sabio y cuñado de Ricardo Corazón de León. Para la rama deportiva, Sánchez es… Iceta, el ministro (una especie de inútil a lo Bartleby, el escribiente) que confesó vivir ajeno al “caso Negreira”, el mayor escándalo de la historia del fútbol europeo, hoy solapado con el revuelo de Vinicius, donde todos los instigadores mediáticos del acoso al futbolista del Real Madrid (jóvenes agitadores de TV, locutores chirriantes, viejas abadesas del columnismo y demás líderes de la cosa), al que tildaban de “provocador” (su única provocación consistió en elegir, entre Barcelona y Madrid, Madrid) se ponen ahora al frente de la manifestación… contra el racismo.


    Las dos reglas de Brown sobre el liderazgo recogidas por Arthur Bloch en “La ley de Murphy” son dos: “1. Para tener éxito en política, con frecuencia es necesario saltarse los principios. 2. La mejor manera de tener éxito en política es encontrar una muchedumbre que vaya a algún lado y ponerse delante”.


    El “caso Vinicius” es un caso típico de antimadridismo energuménico (exaltado por la cultura autonómica, fuerza disgregadora causante de la debilidad de España) que ante el mundo ha cristalizado... en racismo. Pudo ser cortado de raíz en septiembre, cuando, en el derbi madrileño, Vinicius fue recibido en el Civitas (nominalismo guasón) al grito de “mono”, que unos “telepollas” (¡gran hallazgo celiano!) de la telebasura sinonimizaron con “tonto”, escape escogido por los cenutrios para cantar en los estadios. Sánchez lloriqueó y La Sexta tituló: “Pedro Sánchez, ‘gran seguidor’ del Atleti [¡el equipo de Ana Frank!, según Petón], pide condenar los gritos racistas a Vinicius: ‘Estaba muy triste’.” Pero la fiscalía (“¿de quién depende la fiscalía?”) consideró que cantarle “mono” en orfeón, así, como recibimiento, a un jugador de color, dado el contexto de rivalidad deportiva, es una especie de chiquillada, y archivó el asunto. En febrero estalló el “caso Negreira”, y cuando los ingenuos esperaban una degollina como la del Tour con Lance Armstrong, resulta que aquí no dimitió, ni en la Liga ni en la Federación ni en el gobierno, ni un bedel, porque España es la Españeta. Para taparlo, los “se reactivó el revuelo Vinicius. El resto nos lo cuentan hoy las portadas de todos los periódicos y televisoras del mundo. Adiós al Mundial 2030 y certeza para todo español de ser afeado en el extranjero por “racista”. Otra conquista de los pranatos que en España se reparten las tajadas.



Lance Armstrong


LA PANZA DE ITURRALDE


    Ahora que nos la jugamos con la guerra cultural, ojo al “concepto esférico de la historia”, propio de la Konservative Revolution, que nos depara Iturralde, el árbitro que en 2011 regaló firmadas sus tarjetas del Clásico (5-0) a Sandro Rossell, al hilo del vicegol del Atlético al Espanyol: “Es un tema de perspectiva, Hay que tener en cuenta que el balón tiene una panza. Desde esa panza hay que trazar la línea para saber si el balón ha entrado o no.”

 

[Lunes, 29 de Mayo]