lunes, 20 de julio de 2020

Los manifiestos




Hughes
Abc
 
Los manifiestos, pero no como sustantivo, sino como adjetivo. Los manifiestos. Podrían ser los que firman manifiestos. Siempre son los mismos, los mismos o el mismo tipo de persona. Quizás respondan a alguna regularidad. La necesidad de fijar su posición cada poco tiempo, como si fuera algo propio de algunas ideologías, o inclinaciones. Cuanto más cambiante es la posición, fluida, más manifiestos. Los manifiestos son como puntos en el cielo que le muestran al intelectual (centrista) su singladura.

-¿Usted qué piensa?

-He firmado todos estos manifiestos.

Ahora aparecen manifiestos de apoyo al manifiesto de la revista Harper’s. Esto es otro rasgo curioso: el manifiesto franquicia, y el manifiesto secuela o eco. A España nos traen esa importante toma de partido…

Pero antes de eso, vayamos a Trump. Creo que Trump está en forma. Hace unos días u horas fue entrevistado en Fox News por Chris Wallace.

Wallace es un poco RINO, Republican in Name Only, republicanos de fachada, lo que aquí podría ser el derechista de boquilla, los DEBOS, los de derechas solo en alguna cosa (la pasta), o esos pseudoconservadores bondadosos, de aura marcada y espiritualmente centrista.

En el caso de los Rinos, la fobia a Trump es determinante. Hay también una categoría que son los nevertrumpers (el paralelo aquí con los sntivox también es claro). El caso es que Wallace le leyó a Trump los resultados de una encuesta que le daba perdedor y Trump, sin inmutarse, negó la mayor, es más, le dijo que la Fox era muy mala encuestando. Lo interesante llegó con su ataque a Biden. Su famoso Sleepy Joe. De hecho, habla de él como “Joe”, solamente. Inmediatamente le atacó. Wallace le preguntó si consideraba que Biden puede estar “senil”. “… No digo eso, pero… no es competente. No sabe poner dos frases juntas”. Wallace le respondió con datos de la encuesta: los americanos considerarían a Bien más capacitado que Trump. En ese momento, Trump retó a Biden a un test.

“Hagamos un test, ahora”.

Esto no es la primera vez que lo hace Trump. Ya lo hizo con el alcalde de Londres, Shadiq Khan: retarle a un test para medirse el CI.

Es un rasgo trumpiano. Cuando habla de Robert de Niro se refiere a él como “Low IQ Robert de Niro”. “Bajo Coeficiente Intelectual Robert de Niro”.

Trump no sólo cree en el test como medida, sino que defiende su inteligencia, muy atacada. Al retar a Biden, Wallace, sin poder evitar una sonrisa, fue más lejos y negó la mayor. Negó la importancia del test que Trump realizó y al que quiere someter a Biden. Se inició ahí un delirante diálogo, deliciosamente trumpiano (transcribo de memoria y traduczo a la pata la llana, perdonen):

Wallace: Hice el test, y no es para tanto.

Trump: ¿Y como te fue?

Wallce: No es tan difícil. Te muestran una figura y te pregunta qué hay ahí. Y hay un elefante.

Trump: No, no, eso está tergiversado.

Wallace: jaja, no.

Trump: Hiciste las primeras preguntas, que son las fáciles. Tú no podrías haber contestado las últimas cinco respuestas. Eran muy duras, las últimas cinco preguntas eran muy duras.

Wallce: Pero si una era contar de siete en siete desde 100

Trump: Mira (gesto característico de las dos manos pegadas al pecho como un libro semiabierto)...

Wallace: 100, 93…

Trump: No podrías contestar a las cinco últimas. No podrías. Haré el test. Traigamos el test. Que Joe haga el test. Joe no podría hacer el test… (con ese tono trumpiano que recuerda a George Constanza)


Trump, con intenciones elctorales, estaba dejando caer la gota china de las capacidades de Biden, del que se rumorea es un juguete en manos de otros poderes menos simpáticos. Lo hacía además con su jactancia habitual, su jactancia casi infantil. Como cuando le preguntaron por su debate con Hillary Clinton: “Mi mayor enemigo era el micrófono”.

Trump mismo ha tenido que defender su solvencia intelectual. Hace unos años dijo que era un genio estable, sólido, al sentirse cuestionado. “He pasado de hombre de negocios exitoso a estrella de la tele y ahora presidente del gobierno (en mi primer intento), creo que esto me califica no como alguien listo, sino como un genio… ¡Un genio bastante sólido!”.

En su genialidad, que para mí es un hecho, pensaba cuando leía los manifiestos. Algunas personas consideradas muy inteligentes, inteligentísimas, geniales, firmaron el manifiesto de Harper’s que en un momento dado consideraba a Trump como “amenaza real para la democracia”. Pero Trump, al que estas personas siguen considerando un problema (ahora uno de los dos polos del problema) lo vio todo antes que ellos, lo denunció todo antes que ellos y se plantó ante esa ideología en 2016. Si la democracia está defendida ahora mismo por alguien es por Trump.

Este manifiesto inventa una “izquierda” buena frente a otra mala o radical. Su diferencia, su frontera, ¿dónde está? En un entendimiento del liberalismo, dirán, o simplemente en una cualidad mágica que unos tienen y otros no. En los manifiestos españoles que he podido leer (creo que ha habido más de uno), se usaban los términos “los buenos” y “las causas justas”. Uno en cada manifiesto. La traducción es que ellos portan la antorcha de la Ilustración y el progreso moral e intelectual. Eso significa.

Es la izquierda de “los buenos” y de “las causas justas”. Con lo que quieren decir que están en el lado correcto, frente al “populismo de derechas” y lo “iliberal”. Pero en 2016 y antes de 2016 ya se les dijo que, de existir eso de “iliberal”, estaba en la izquierda más que en la derecha. ¿Y qué respondieron?

Firman un “manifiesto de apoyo al manifiesto de apoyo a la democracia de Harper´s”. Que considera como amenaza democrática a Trump, el único que ha intentado acabar con el delirio censor de los campus.

Trump tiene que defenderse con test, pide test, mientras que los “inteligentes” que apoyaron a Clinton y a Obama (animador del BLM, por ejemplo) no se sienten obligados por el escrúpulo intelectual de comprometerse con las consecuencias de sus actos, con las consecuencias de lo que apoyan. En eso resumiría yo mi reparo hacia estos manifiestos, dando por hecho la buena voluntad de los firmantes (estoy convencido que buenas y hasta grandes personas): se separan de las consecuencias de los actos que apoyan (cuando les afectan o simplemente cuando lo consideran, no entraré en eso). Los liberal progresistas no afrontan el resultado de su mundo, de sus posiciones, de sus políticas que, desde luego, son muy anteriores a “la última década”. Cuando eso se manifiesta, cuando la realidad asoma como un aguacero, hacen un mohín de espanto, y van a refugiarse a lo que queda vivo, edificado, del porche civilizatorio que suele sostener otro (ahora mismo, Trump). Allí hacen aspavientos. Hace gestos de escándalo (dejan escapar también alguna mueca de desagrado y condescendencia con el que sostiene la techumbre que les refugia). Y firman un manifiesto.

Para mí, el equivalente español al manifiesto de Harper’s fue el manifiesto del Embassy (de protesta cuando iban a cerrarlo). Un manifiesto, creo, mucho más valiente y acertado, he de decir. Compartían el lamento bienintencionado, biempensante, e indiscutiblemente un poco pijo, del que ve desaparecer los encantos del mundo que conoció. Los amigos del Embassy, al menos, tuvieron el valor de afirmarse entusiastas partidarios (y defensores) de ese lugar.