Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La derecha gobernadora es una derecha Poincaré, el polímata francés recordado por decir que, si el mundo y todo lo que hay en él se encogiese una noche en la misma proporción, no lo advertiría nadie.
La derecha madrileña está ahora en la cosa de hacerle un Poincaré al ruedo de Las Ventas. ¿Para qué? Unos dicen que para ampliar el callejón, en previsión de que el sanchismo cani dispare el número de gorrones. Otros dicen que para ajustar el escenario a las medidas de María Soraya en sus mítines de lideresa pinypón. Y la versión oficial es que lo han pedido las figuras (?), que serían Enrique Ponce, que ya no tiene edad, el hombre, para estar corriendo detrás de los toros mansos por ese ruedo inmenso, y Julián López, suponemos que por las mismas leyes de la proporción que rigen para María Soraya. El público no cuenta, pues la tauromaquia es, junto con la democracia, el único espectáculo del mundo organizado contra el público.
En tiempos del “Chino” González en la Comunidad, a quien mirábamos como a un emperador porque lucía coleta blanca en el callejón y en la gerencia un Confucio (Abella), la derecha Poincaré colocó (de tapadillo, nunca mejor dicho) una cubierta que una madrugada el viento se llevó y todavía estamos esperando, como público expuesto al peligro, una explicación.
Está visto que en la democracia lo que estorba es el voto (ahí está Sánchez, hecho un pichi porque ha descubierto el secreto de la democracia franquista: “el Estado asume la representación de la única y verdadera España”), y en la tauromaquia lo que estorba es el toro. Para encoger el voto se reduce la urna, y para encoger el toro (el único toro que hoy ven las figuras es el de Madrid) se reduce el ruedo.
Nadie ha expresado mejor el silogismo de Poincaré que Rafael el Gallo, madrileño de la calle de la Greda, 16 (hoy, de los Madrazo), gitano que tuvo por ganaderías predilectas Miura, Veragua y Santa Coloma:
–No, yo miedo no tengo… Era “disproporción”, que el toro era muy grande y yo muy chiquitito...