6 Victorinos
Lazarillo, Escogido, Pesonero, Hebreo, Borrajito, Tomillero
Lazarillo, Escogido, Pesonero, Hebreo, Borrajito, Tomillero
José Ramón Márquez
Victorino
en la Corrida de la Prensa, y ahí dejamos volar la imaginación hacia 1982, con
otro de Victorino y la misma prensa. En aquella corrida el gordo salió en
tercer lugar con forma y nombre de Belador y en ésta de hoy, treinta y seis
años después, la fortuna fue más madrugadora y nos trajo una gran faena de Paco
Ureña en el segundo de la tarde. Paco Ureña venía sin el alta médica del
percance que sufrió hace unos días con las vacas en los campos de la Alcarria,
con un corsé y con todas las prevenciones sobre su estado físico, y todo eso no
fue obstáculo para que se pusiese a torear al victorino, Escogido, número 61,
con un cuajo tal y como hace tiempo y tiempo que no se veía. La cosa es que
Paco Ureña supo aprovechar de manera perfecta las condiciones del toro,
especialmente de su pitón derecho, que era el bueno, para dejarnos un indeleble
recital del mejor toreo que se ha visto en Las Ventas en lo que llevamos de
temporada, y ya profetizamos que es muy difícil que alguien en este año 2018
vaya a ser capaz de traer a Madrid una faena tan ortodoxa, tan firme, asentada,
tan clásica en sus formas como la que nos ha dejado hoy el de Lorca portando un
corsé.
Es
que yo creo que muchos jóvenes que se hayan incorporado a esto de los toros
guardarán las entradas a la Plaza de hoy y escribirán en la parte de atrás una
nota señalando este día como la primera vez que habrán visto torear en sus
vidas: el medio pecho, el cite, el muletazo largo dejando al toro colocado para
el siguiente y rematado por abajo, la suerte cargada, caer hacia adelante,
ligar con el siguiente y rematar la serie con el de pecho es algo que es tan
difícil de ver en nuestros días, ahítos como estamos de esta asquerosa
neotauromaquia que nos rodea por todas partes, que lo mismo algunos ni se han enterado
de lo que han tenido ante los ojos. Sin ir más lejos, en dos corridas de toros
consecutivas ahí hemos tenido la propuesta de anteayer de Pepe Moral en la que,
salvo en la tanda de naturales, se mantiene firme en los postulados del
neotoreo camuflándolo con una técnica muy bien aprendida, y este Ureña de hoy
que desde el inicio de su faena no hace ni media concesión a las ventajas y
tratando de encajar sus pases a base de verticalidad, de naturalidad y de
colocación. Y decimos naturalidad porque ha chocado hoy que Ureña haya
abandonado esas poses más retorcidas que a veces hace y que tan feas resultan.
El de Victorino se entregó a Ureña relativamente, que en el remate de la
segunda serie de derechazos, cuando iba a darle el de pecho se le venció al torero
y el hombre se tuvo que guarecer en la oreja del toro para librarse del
percance mientras todo el mundo tenía su pensamiento fijo, durante esos
momentos, en las vértebras L3-L4 del murciano. Luego dio otra serie más, muy
torera, rematada con uno del desprecio mirando al tendido y a continuación se
pasó la mano a la zurda para interpretar una serie a más de cuatro naturales y
uno por alto. Volvió a la diestra para dar otra buena serie, también trompicada
en su remate, en donde el matador resulta desarmado, y si el hombre hubiese
llevado, como debía, el estoque de verdad y no ese espadín absurdo de madera
ahí tenía que haber buscado la igualada del toro y haberle soltado un espadazo,
que la obra con el de Victorino estaba hecha, pero como se empeñan en ir con el
simulacro ése, se hace preciso parar la faena para acudir hasta las tablas a
por el estoque de verdad y a beber un buchecito de agua, que interrumpe
feamente la unidad del trasteo y por eso el diestro se ve obligado, cuando
vuelve a la cara del toro, a tomar la cosa donde la dejó; y a veces pasa que
cuando el matador vuelve al toro, éste ha tenido tiempo de meditar sobre lo que
le ha pasado en los últimos minutos de su vida y sus reacciones son distintas
de lo que eran antes de la innecesaria interrupción. Eso es lo que le pasó a
Ureña, que cuando fue a retomar la tarea donde la había dejado interrumpida, el toro no se tragó los innecesarios naturales
que le pretendió dar y luego la cosa de llevarlo hacia el tercio para igualarle
tampoco le salió limpia, como tampoco la estocada: una estocada en la que se
queda en la cara al herir y deja el
acero atravesando al toro, que le salía un chorrito de sangre entre las manos
como cuando mojas al vecino de abajo. Luego el descabello acabó de enfriar los
ánimos. A ver cómo explicas por ahí que la faena de más enjundia que se ha
visto en lo que va de temporada no va rubricada con lo de las orejas y que de todas
las que se han cortado en la Feria no recuerdas a estas alturas ya nada. Ureña
deja para guardar en el cajón de las cosas buenas una faena muy maciza y honda
en esta tarde, en la que da una óptima dimensión de torero, aprovechando muy
bien las condiciones de Escogido, dándose cuenta desde el principio de la clase
del toro y viendo la categoría de su pitón derecho.
La
corrida de Victorino es de ésas que te dejan una especie de mueca, porque
realmente no ves que la mítica vacada de la A
y la corona esté avanzando en el camino que a uno le gustaría. Ya hemos
repetido unas cuantas veces que los albaserradas -esto es una licencia poética,
porque el marqués tuvo la ganadería en sus manos tan sólo ocho años- han basado
su leyenda principalmente en el terror y con ese mimbre construyó Victorino
Martín Andrés (qDg) su vacada, por más que también saliese de vez en cuando
aquellos toros de los que él decía que “hacían el avión”. Sin embargo hoy vemos,
día a día, cómo las reses de Victorino van dejándose por el camino sus
características más agresivas y cómo van saliendo cada vez más esos toros poco
listos, fijos en la muleta, y, si vale la expresión, algo inocentes. Si se
quiere un término de comparación adecuado, en el tramo que va desde Belador
hasta Cobradiezmos está reflejada la evolución (¿) de la vacada: de las tres
varas de Belador a la pobre pelea en el jamelgo de Cobradiezmos hay mucho tema
para hablar sobre hacia dónde va la ganadería de Victorino. En cuanto a los de
hoy el primero, Lazarillo, número 36, es el que planteó mayores dificultades,
fue un toro áspero y mirón que no regalaba nada, ni siquiera la embestida al
cite a porta gayola que le propuso Manuel Escribano, que le miró de soslayo ahí
puesto de rodillas y salió hacia el 3 sin que con él fuera la cosa. El resto de
la corrida simplemente se dejó. No hubo unas peleas en varas como para componer
un poema épico, ni mucho menos, y tampoco presentaron complicaciones
insalvables en la cosa de la muleta. Como nota triste digamos que Escribano le
dio dos pases cambiados por la espalda a su segundo, Hebreo, número 10, y eso
evidencia cómo se le va perdiendo el respeto a los de Victorino, que si fueran
como deben ser nadie tendría la ocurrencia de ponerse a torear por espaldares.
La presentación y el lustre de los toros, impecable.
La
terna, además de los ya mentados Escribano y Ureña, la completaba Emilio Justo
de quien siempre nos llegan noticias desde la Francia taurina.
Por
rematar la faena con cierto orden digamos que Manuel Escribano quiso recibir a
sus dos oponentes a porta gayola, que sólo el segundo consintió. Puso
banderillas aceleradas y con poco lucimiento y abusando del truco, cuando
quiebra por los adentros, de dejar de centinela a un peón dentro del callejón
para que le haga el quite oportuno desde dentro de la barrera, que es una cosa
que empezó a hacer Esplá cuando ya no tenía las mejores condiciones y que es
una ventaja poco torera. Nadie le obliga a hacer ese par, y si lo hace debería
plantearlo sin tener guarecido detrás de las tablas al bote salvavidas. Con la
muleta estuvo en lo que viene siendo Escribano, que todavía nos pellizcamos
pensando en qué inspiración le fue a picar aquella tarde de Miura en Sevilla,
porque no se le ha vuelto a ver así ya nunca más.
Esperábamos
a Paco Ureña en su segundo, después de lo anterior, pero en seguida vimos que
lo que tenía que decir esta tarde ya lo había expresado en su primero. En su
trato con Borrajito, número 136, Ureña transitó las verdes praderas del paso
atrás, del ventajismo que se practica cada día de manera inmisericorde, de la
falta de compromiso y del adocenamiento ayuno de interés. Un inicio por bajo
para crear ciertas expectativas y luego una colección de pases sin interés
fueron lo que Ureña trajo en su segundo.
Y
Emilio Justo, que nos dejó como estábamos a la espera que comiencen a llegar
desde Francia noticias de sus éxitos. En su primero no le cogió el tranquillo
al toro, Pesonero, número 131, que le enganchó la muleta innumerables veces y
poco a poco se fue haciendo con la situación hasta tal punto que dio la
impresión de que era el toro quien toreaba al torero. En su segundo se obcecó
en un toreo de cercanías, más empeñado en buscar la complicidad del ¡Ay! que en
darle al toro lo que este necesitaba, que era otra distancia, por lo que la
faena se compuso de medios pases y de arrancadas de empujón. Ahogó al toro
durante todo el rato que estuvo con él y le dejó una estocada de buena factura
que dio fin a la Corrida de la Prensa 2018.
Ángel
Gómez fue salvado de un percance ya cantado por el providencial capote de José
Luis Neiro. En cuanto a la cosecha del olivar, Pérez Valcarce lo tomó en el 10,
a la salida de su par al tercero y lo mismo hizo Paco Ureña, acosado por
Borrajito en su recibimiento de capote frente al 8.
S.M.
el Rey estuvo presente en una barrera del 9, acompañado por la experta en La
Transición Victoria Prego. Al tener su real esposa el oficio de periodista, se
ve que Don Felipe no quiso perderse la Corrida de la Prensa.
Sara Mago
Esperando al Rey
Divisa negra
Pebetero del pipero
Veterano de la Andanada del 9
La ambulancia de la Empresa
Morante Bus