domingo, 22 de abril de 2018

Hoy, Fuente Ymbro. La Sevilla de "Orgullito Solutions" se va por el escotillón del feísmo

 Paseo

José Ramón Márquez

A la “Plaza de los toros” de Sevilla, que es como hay que llamarla, según dice quien sabe del tema; al coso del Baratillo, o a La Maestranza, que es como la llamamos los que venimos de Madrid a dejarnos los cuartos, nos vamos este año con la mosca detrás de la oreja, que entre  lo del indulto al desgraciado del toro “Orgullito” y lo del ensalzamiento de Julián de San Blas como máxima figura por parte de esta antigua afición que fue seria y amante del toreo de gusto, nos encontramos sin explicación a por qué es que ahora se han echado en brazos del feísmo chabacano que viene representando Julián desde sus inicios de novillero. Y la cosa es preocupante, porque en esa suicida espiral hoy han jaleado y bramado contra el Presidente, don Gabriel Fernández Rey, por no conceder una deleznable oreja, pedida con furia explosiva, ante un cúmulo de telonazos de Juan Jose Padilla.
 
Sevilla vive un momento harto convulso y en estos días un selecto grupo de serios e independientes aficionados ya han señalado la etiología del mal, que incluye la paulatina abolición del primer tercio -el de varas, por si a alguien no le suena- junto a la entronización del toro bobo, ridícula caricatura del toro de lidia, como paradigma de la bravura, y el desprecio de la suerte suprema, supeditando todo a la cosa de la muleta. Al cretino de “Orgullito” le pidieron el indulto porque no fue picado, porque arrastraba su hociquito por el albero de Alcalá de Guadaira y porque echó una mano a que su no-matador deplegase el catálogo de suma vulgaridad, feísmo y ventaja que constituye su tauromaquia, y no porque hiciera nada de lo que se espera de un toro de lidia: acometividad, fiereza, ir a más, plantear problemas… porque “Orgullito” era, en fin, como un triste ejecutivo de esos de las empresas que ofrecen soluciones: “Orgullito Solutions”.

Hoy con los pupilos de don Gallardo, de don Ricardo Gallardo, no de aquellos Gallardo de El Puerto de Santa María que están en la base fundacional de la histórica vacada de don Juan Miura, tuvimos una ilusión de variedad de comportamientos, que nos aproximan más a la idea que se tiene del toro de lidia que la triste y terminal idea que de tan soberbio animal puede darnos un especimen tan colaboracionista e ignorante como el tal “Orgullito”, al que Dios confunda. El otro día en Madrid la novillada de Fuente Ymbro salió para complacer a la afición, como quedó explicado, y hoy en Sevilla la corrida de toros ha tenido sus cosas, con un primer toro que era más feo que la parte de dentro de un melón, que ni tipo, ni fenotipo, ni zootecnia, ni ná de ná, y que atendía por Hechizo, número 111, y cuatro de diversa presencia, alguno casi anovillado, que respondían más a lo que se espera de los Ymbro , y un tercero castaño, Indómito, número 15, gordo y de intenciones poco claras.

 La corrida, en general, salió tirando a blanda.

El primero unió a su fealdad su ansia tonta de colaborar y acudió sin malicia a los doscientos mil cites que le propuso Juan José Padilla, que fueron saludados con vítores y expresiones de la máxima entrega por parte del público amable y aplaudidor. Padilla debió sentirse hoy en Sevilla tan a gusto como se encuentra en Pamplona, jaleado por las llamadas “alegres peñas” que han alcanzado tanta fama por comer magras y bacalao ajoarriero mientras se torea; hoy Sevilla, en su particular descenso a los infiernos, sólo precisó del ajoarriero para ser también una Pamplona bética. El público repetía sin cesar lo de que la oreja primera la da el público, lo que oyen a los parlanchines de la TV, y cuando el señor Fernández no accedió, con buen criterio, a sacar el pañuelo blanco, le llamaron de todo y un exaltado, que luego se fue en el quinto, la llamó hasta “hijo de p…” Su segundo no era lo mismo. Primoroso, número 7, más en tipo novillo por hechuras y romana, no presentó las credenciales de la tontería e hizo cavilar lo suyo a los de plata y a quien les contrata. Padilla no se afligió, pues en su haber tiene un buen puñado de corridas que hubiesen quitado el hipo a Julián y a Manzanares, por decir dos, pero tampoco quiso hacer la hombrada en este año de su despedida. Recibió el cariño de Sevilla y se fue de “la Plaza de los toros” con una franca sonrisa.
 
El Cid no dijo nada en su primero, Sabuco, número 137, anduvo sin dar el paso adelante y sin dar muestra de su manera de torear. El toro lo bregó con muy buen aire Curro Robles y lo picó de aquella manera el hermano de Espartaco. En ningún momento la faena cobra vuelo. Su segundo, Primoroso, número 7,  es otra cosa, lo cuida desde el principio haciéndose con él de una manera tan suave como eficaz, le deja dos verónicas de mucha enjundia y resuelve con una barroca media verónica de aire abelmontado poco vista en el de Salteras. El tercio de varas lo lleva a cabo Juan Bernal con mesura; la deplorable brega cae en manos de Lipi, y si la brega es mala, lo de las banderillas ya ni te cuento. Con esos mimbres llega Primoroso a la muleta de El Cid, acudiendo al cite y sin crear problemas serios. Al natural, la vez que El Cid cae hacia adelante y dejando la muleta en la cara del toro enhebra el siguiente, se produce el toreo, una fugaz visión que no tiene solución de continuidad acaso por las dudas del matador, acaso porque en su toreo se nota más la impostura que en el de otros.

Y Fandila cerraba el cartel. Fandila es un torero bullidor, muy del público, que da su espectáculo. Llama la atención que Sevilla, antes tan seria y exquisita, se venga a emocionar con el toreo populista de Fandila, pero el hecho es que en su segundo las gentes se le entregan y al torero se le notan las ganas que tiene de agradar a su público. Hay muchos por ahí que se dedican a sacar pecho contra Fandila, pero la verdad es que no hay un ápice de distancia entre su toreo pueblerino, festivo y feliz y la tauromaquia de ese Julián, al que nos quieren vender como torero de época. Si acaso la distancia que existe entre el aire jubiloso que Fandila imprime a sus muletazos frente a la impostada seriedad del toreo juliano, pero en cuanto a colocación, compromiso, posición, viaje del toro y demás zarandajas que conforman lo que se entiende por “el toreo”, no existe diferencia alguna. Su primero, Indómito, número 15, sacó los pies del tiesto y trajo aperreada a la cuadrilla, por lo que le tomaron un respeto imponente. A este toro trató por todos los medios de hacerle la faena que traía pensada, sin acoplarse para nada a las condiciones del animal; quiso meterle en la caja a golpes y, como tantas veces se ha dicho, a bruto siempre gana el toro, y esta vez volvió a ocurrir.

Hoy tocan los Miura, que darán fin a esta feria marcada por el absurdo indulto de un toro bobo y sin picar. Nuestra intención es tratar de que mañana se indulte a un Miura, para ver a los ganaderos negarse a tal galardón y oírles decir, como a su abuelo, aquello de “a mí nadie me tiene que decir qué toro tengo yo que poner a padrear en mi ganadería”. Eso no está al alcance de cualquiera, para eso hay que ser Miura, divisa verde y negra en Madrid, verde y grana en provincias, antigüedad de 30 de abril de 1849. 
 
Mezquita