Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El conservadurismo inglés se plantea adoptar para su programa electoral los dogmas socialdemócratas que nos zumban en la cabeza para no perder votos en el caladero de amebas que produce el sistema educativo. Vamos, Theresa May con las barbas de Tolstoi, apóstol de la simplicidad.
La pega es que, como saben los chestertonianos, un inglés no puede jactarse de ser simple, y seguir siendo simple: hablar de la propia simplicidad lleva a ser menos simple. El simplón, dice Chesterton, nos quiere simples en las cosas que no importan (dieta, ropa), pero complejos en las cosas que sí importan (filosofía, lealtad).
–Populismo es ofrecer soluciones simples para problemas complejos –repite el tertuliano español, un amante de la vida simple para quien todo lo que no sea marianismo es populismo aventado por los hackers de Putin, esos duendes de la imprenta que, al parecer, estaban detrás de toda la morralla catalanista publicada en el periódico global durante los últimos cuarenta años. (Nadie, por cierto, ha reparado en el curioso detalle de que los hackers de Putin sólo habrían alcanzado sus objetivos en las dos únicas sociedades con representación política: Estados Unidos e Inglaterra).
Aplicado a la prensa (sueldos a la baja y pensamientos al alza), el lema de la simplicidad (“Vivir con sencillez y pensar en grande”) nos ha llevado, con motivo de la muerte de Manson, a las grandes exclusivas de “Newsweek” o “The New York Times”, con sesudos psicoanalistas elaborando la comparación (“científica”, por supuesto) entre el viejo asesino… y el presidente Trump. Al decir de estos alienistas, Manson encarna, no las maracas del 68, sino la “posverdá” y lo “alt right”:
–¡Usó la empatía para entrar a otras personas y manipularlas!
Visto con humor, sería lo que han hecho los hermanos Koch (¡magnates y republicanos, como Trump!) al comprar “Time”, cuyos columnistas antitrumpianos dirán ahora que cuánto mejor es una vida “en grande” y pensamientos simples.