miércoles, 12 de abril de 2017

Che Comandante, enemigo


Orlando Luis Pardo Lazo

En un prostíbulo de Centro Habana, en una barbacoa de cuyo nombre no quiero dejar de acordarme (La Quebrada del Yuri), en una de esas madrugadas muertas de la Cuba del viejo siglo y milenio, conocí por mi oficio a un travestí espectacular que imitaba a Ernesto Guevara, el Ché. Cejas abultadas, mirada suicida, boina calada y un tatuaje de estrella en la frente, como el personaje más patético de Joaquín Sabina. Una loca teatral. Altanera e introvertida. Una puto manso y peligrosa, habanera y posnacional. Sin género, unisex o polisex: puro trans y remix.

Me encantó en seguida. No pude evitarlo, a pesar de lo que me habían advertido los colegas del Comando de Prevención.

Le decían La Ché de Korda. Y era hermosa. Muy. Mucho. Tal vez demasiado. No quiero dejar de repetirlo desde el inicio. Tú también te enamorarías de ella (de él, de ambos: de mí, no), aunque estuvieras cumpliendo con tu trasnochado horario laboral.

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