jueves, 19 de febrero de 2015

Prohibido el obispo

Calle Jesús
 Prohibido aparcar
Campo de la Verdad
 Córdoba

Francisco Javier Gómez Izquierdo

De entre el tremendo guirigay del Gobierno de Andalucía, todo un Régimen de casi cuarenta años, lo que más preocupa a la sección de padres es el trato que reciben nuestros hijos durante su edad colegial. Al eterno presidente Chaves, al efímero señor Griñán y a la recién venida señora Díaz les escandaliza que las juventudes de su virreinato adquieran conocimientos y por eso escogen maestros fieles a los principios de su plácido estancamiento.

      Mis maestros, allá en los 60, tenían nombres poderosos que infundían mucho respeto –Don Godofredo, Don Apolinar, Don Eutimio...-. Ellos me enseñaron corrección  en las formas, las cuatro reglas matemáticas, la Geografía de España, lo que podían de Historia y mucho cariño por la lectura. Una educación que me ha valido para ganarme la vida.

     Hoy los maestros de la básica se molestan si no les titulas de profesores, si en vez de Chema dices don José María o si les preguntas por qué no se estudia a Quevedo.  De los Profesores de EGB, son los andaluces los más pintureros y reivindicativos; los más sindicalistas y a la vez los más obedientes al poder establecido. En Andalucía el sindicalismo bebe del mismo manantial que los que mandan y a veces se confunde al baranda con el ugetero y hay tanta complicidad entre todos ellos que no parece escándalo si no justicia que 22.000, (no, no es exageración, veintidós mil) profesores de la básica dan clase sin aprobar oposición. Veintidós mil educadores escogidos a dedo de entre unas listas manejada por no hace falta detallar quiénes y que a base de trienios exigen derechos tales, como que no se les traslade y se les haga fijos, porque ya está bien después de tantos años dando clase. Los más fundamentalistas de estos profesores tienen formado un sindicato de corte podemístico al que bautizan enfáticamente como de izquierdas y asambleario, participativo y reivindicativo y demás adjetivos propios de su ojinegraje. El sindicato se llama USTEA y a la mayoría de los padres que le toca uno de estos angelitos en el colegio de sus hijos -¡imagínese si alcanzan mayoría!- le acuden sentimientos que no tiene más remedio que reprimir por temor al Código Penal. USTEA no sólo aterroriza a los padres, sino que marca la pauta de por ejemplo la actual Delegada (¡no faltan cargos con buenos sueldos!) de Educación en Córdoba, de nombre Manuela como mi abuela y apellidada Gómez, como un servidor.
     
A Manuela Gómez le han dicho los de USTEA que los niños de los colegios corren peligro si el obispo se les acerca y que es preciso una normativa por si tiene la tentación de visitar nuevas escuelas o institutos. Como lo oyen. El obispo de Córdoba ha visitado cuatro o cinco colegios, y supongo que su visita no habrá pasado de una hora con los alumnos, pero a estos vigilantes de la moral les parece indecente que un cura se preocupe por su parroquia.

     Doña Manuela, atenta y considerada con sus criaturas,  se ha puesto flamenca y muy mandona y le ha reñido al obispo sin soltar tacos, la verdad, pero le recuerda que a partir de marzo es ella quien autoriza las instancias por escrito que le soliciten los patriarcas de las distintas religiones para departir con sus fieles. Le dice también que los encuentros han de tener lugar durante la hora de Religión y que debe avisar con la debida antelación, a ella y ella mandará proceder como debe el Director del colegio elegido, para trasladar de aula a los alumnos que no deseen  su presencia. El Auto acaba recordando al Obispo por tercera vez que en los colegios manda ella.

      ¡Quién me iba a decir a mi y sobre todo a los difuntos don Godofredo, don Apolinar ó don Eutimio que llegarían tiempos donde cualquier mindundi iba a ser más que un Obispo!