martes, 9 de septiembre de 2014

"The Profesor"


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    A Bernardo de Chartres debemos la mejor imagen de la relación maestro-discípulo:

    –Enanos puestos sobre hombros de gigantes.
    
Aventado por la telebasura, uno de estos enanos nos ha crecido hasta creerse a la altura de Tierno. Se llama Monedero, imita a José Mota y es, para entendernos, “The Profesor” (en la Complutense, tanatorio de las musas).

    “The Maestros” es como se anuncian en Carabanchel para un festival taurino Morante, Talavante y Juli en un cartel sin toros, que para “The Maestros” son lo de menos.
    
¿Se imaginan a Rafael el Gallo anunciándose como “The Maestro”? Bueno, pues el toreo de “The Maestros” es al de Rafael el Gallo lo que los artículos de Monedero a los bandos de Tierno.

    De un bando de Tierno: “Football, expresión anglicana que en nuestro común castellano equivale a que once diestros y aventajados atletas compitan en el esfuerzo de impulsar con los pies y la cabeza una bola elástica, con el afán, a veces desmesurado, de introducirla en el lugar solícitamente guardado por otra cuadrilla de once atletas”.

    De un artículo de Monedero: “Vemos que el ‘terrorista más peligroso del mundo’ y su supuesta principal acción, la introducción de dos aviones en las Torres Gemelas…” Etcétera.

    –Me pregunto si Madrid quiere de nuevo a un profesor como alcalde –dice Monedero, con una desfachatez (desfachatez que no sólo es quitarse fachas de encima) insultante.
    
Ya nos dijo Gómez Dávila que los factores preponderantes del desorden social actual son la “inquietud intelectual” del tonto y el “deseo de superación” del cuco.

    Madrid está tan sucia que no se puede enseñar: aquí hacen falta barrenderos, o gente que limpie, no profesores, o gente que enseñe, y Monedero combina la inquietud intelectual con el deseo de superación.

 Pero que sea lo que Dios quiera.

    Y al decir que sea lo que Dios quiera me parece oír, al fondo, la voz de Ullán diciendo que eso dijo Federico García Lorca cuando arrancó el tren: “¡Que sea lo que Dios quiera!”