lunes, 8 de septiembre de 2014

La de Moreno Silva en Madrid. ¡Cómo echamos de menos a "The Maestros" de Vista Alegre!

 Los violines del otoño hiriendo nuestro corazón con monótona languidez

 José Ramón Márquez

Mientras las calles de la ciudad se han llenado de reclamos publicitarios convocando al público en general al pomposamente denominado “Palacio Vistalegre”, antes La Chata, para un festival a beneficio propio que se han montado los autodenominados “The Maestros”, el vertedero de Las Ventas, plaza sucia y mancillada, anuncia una corrida de toros de don José Joaquín Moreno Silva, “The Toro”, podríamos decir usando esa graciosa mezcla de inglés y español que los magos de la mercadotecnia han inventado para dar un aire entre jocoso y moderno al show que están preparando en Carabanchel.

Diríamos, si tuviésemos que explicar a uno de esos chinos que pueblan los tendidos del Primer Vertedero del Mundo, que la diferencia entre “The Toro” y “The Cabra”, pongamos por caso, se puede apreciar de una forma muy clara observando el rabo del sujeto a analizar. El que usa el rabo como un látigo, lo mismo cuando acomete al capote que al caballo que al banderillero, el que usa el rabo como un relámpago que adopta formas tortuosas al embestir tiene muchísimas más posibilidades de estar en el reino del “The Toro”; aquél cuyo rabo cuelga lánguidamente, apenas esperando que aparezca una mosca para espantarla, el que echa el rabo sobre las ancas, como la Bicha de Balazote, ese tiene casi todas las papeletas para pertenecer a “The Cabra”. Pequeños detalles que hacen entretenida la tarde y que los chinos, al no tener ni idea de ello, ni se fijan. Hay otro indicio que nunca falla, que es cuando los capotes y las muletas andan todo el rato tirados por el piso de la Plaza. Si pasa eso, es que por allí anda “The Toro”.

Si esto de la tauromaquia funcionase de una manera normal, a efectos de espectáculo me refiero, lo suyo sería que los toreros de más recorrido, los de más tardes, los de más “poder”, los de tauromaquias definidas, mediterráneas o no, los que atesoran mayor “arte” se midiesen con “The Toro”, y ahí es donde uno querría ver precisamente a “The Maestros” en vez de con tanto zalduendíbiri, que de majos que son hasta dejan que se les sienten encima. Pero nada, chico, no hay forma de que los cansinos “The Maestros” se bajen del zalduendato, y entonces resulta que los Toros los tienen que matar Encabo, que no toreó el año pasado; Marcos Serrano, que el año pasado mató tres corridas, y Joselillo, que toreó cuatro. Así está esto. Con lo que a uno le hubiese gustado ver a Julián esta tarde en Madrid, a ver cómo aplicaba sus conceptos de la suerte descargada y de la pata atrás al exigente primero, Sandiero, número 17, que las tres veces que su matador intentó ir por lo moderno el toro se le coló con la firme convicción de que no estaba dispuesto a que nadie le torease de esa manera, si sería jurásico el bicho, como dijo aquél.

Lo que tiene el anunciarse con toros es que las incertidumbres del matador a medida que se aproxima el día de la corrida, de ver tu nombre en ese cartel -que le pregunten a Morante cuando se anunció en Sevilla con Victorinos-,  y luego puede ser que salga uno como el segundo, Soriano, número 29, que regalaba sus embestidas largas y arrastrando el hocico, pero no esa embestida bobalicona de vaivén sin ton ni son, sino una embestida vibrante, recia y bonita que Encabo ha aprovechado en una soberbia tanda de naturales al final de la faena, perfectamente encajado, el medio pecho por delante, el cite pinturero, el muletazo largo y rematado atrás: el toreo, al fin. Claro, que también puede pasarte lo que a Encabo con su segundo, Lechuza, número 5, el más grande del encierro, que se orientaba la mar de bien y no permitía al matador confiarse lo más mínimo, pues lo mismo se volvía como impulsado por un resorte que le ponía los pitones en el cuello en un derrote homicida. Con este toro Encabo estuvo en plan lidiador sin que pareciera que las tarascadas del animal le quitaban la disposición.  Seria actuación, en suma, la del madrileño.

Marcos Serrano, de Nimes, venía a Madrid a confirmar la alternativa que le dio Eulalio El Zotoluco hace catorce años. El de la confirmación, el Sandiero antes aludido, fue el toro de la corrida, el que más se asemejó a lo que querríamos haber visto esta tarde. El animal exigía de su matador mando y colocación... y sobreponerse a la tremenda seriedad de su aspecto. Estamos hablando de un bicho de 465 kilos, cuarenta arrobas y media de seriedad imponente, para los que dicen que sólo nos gustan los elefantes. Cuando Marcos Serrano se puso en plan serio, tragando lo que había que tragar, el animal respondió, pero cuando le quiso modernear el bicho rápidamente le cantó la gallina, explicándole que a él esos truquillos tan en boga no le iban. En su segundo, un toro de bastante menos exigencias que el primero, el nimeño pasó menos fatigas y volvió a dejar retazos de su personalidad. La verdad es que Marcos Serrano tiene algo. Deja cartel y ganas de volver a verle.
Joselillo es el que acaso pasó por Madrid más de puntillas. Su segundo, Valeroso, número 3 era un toro de intenciones muy claras, que buscaba al torero y ante el que no había otra opción que defenderse. El torero no vio nada de clara la muerte del animal y por dos veces salió acosado por el bicho tirando los trastos tauricidas, pero ya me hubiese gustado ver aquí a Julián tratando de ensayar el julipié.

A uno le hubiese gustado, como se dijo más arriba, que toda la corrida hubiese ido en un registro similar al del primero de la tarde, pero no pudo ser. El enciero no fue nada parejo, con algún toro de aspecto bastante anovillado, pero en general la tarde tuvo el interés que trae a la Plaza el toro, el que mete miedo, el que no te permite que retires los ojos del redondel. Para una situación tan comprometida para los toreros, pues el encierro habrá gustado más o menos, pero es innegable que la cosa tenía bastante tela que cortar, no se puede decir que hayan tenido grandes ayudas de sus cuadrillas, y eso que anduvieron por allí los Pirri y Ángel Otero. Los del castoreño repartieron leña de manera harto generosa y eran dignas de ver las sangrías que organizaron en las espaldas de los morenosilvas y los charcos que se hacían en la blancuzca arena.



 ¿Y esa fragoneta municipal?
¿Otra  performance de Tono Martínez?

 La papela de Abella
(para los nuevos, líder antitaurino de Madrid)

 El boleto

 El programa

 Sandiero, o el vendedor de sandías

 Seña de mus de Rafael Perea El Boni

 Ángel Otero

 La plática

Sandiero

 Muletas al suelo

 El mayoral

 Marcos Serrano

 Soriano

 La garrafa

 El garrafón

 ¡Capotes fuera!

 El nido de Abella (guasapeando)

 Palco municipal vacío
¿Estarán barriendo aceras para la campaña electoral?

 Traspié

 ¡Adiós Madrid!

¡Patas, para qué os quiero!

 Flor de Jara

 Joselillo a barlovento

 Mujeres

 Doctores

 A babor

 A estribor

 Ungulados

 Boni echando cálculos

 Boni echando humos

 La boina

 Pascual Duarte

 ¡Las mulas!

 Poli Maza en el nido de Abella

 La afición

 El cuerno

 La Luna