viernes, 16 de agosto de 2013

Más que la cantante de Los Panchos

Abc

Eydie Gormé, por Gormezano, nació en el Bronx, Nueva York, de una familia turcoitaliana de origen sefardí. No resulta extraño que la versatilidad fuera una de sus características como artista. Su dominio del ladino, versión especialmente conmovedora del español, le permitió cantar junto a Los Panchos, convirtiéndose en una estrella del mundo latino. Rodeada de esos tres señores que parecían tenerla rea, ella, igualita que una Laura Valenzuela morena, acuñaba un bolerismo fino, brillante que sonaba exótico al anglosajón, pero también al hispano. Nos pasa con Gormé como con Nat King Cole, que preferimos cantar los boleros con su acento.


Gormé empezó como cantante en solitario y consiguió dar el salto a la televisión. En el Tonight Show de Steve Allen conoció al que sería su marido, Steve Lawrence, con el que formó dúo durante décadas. Tienen un disco simpatiquísimo, Cozy, que resume su estilo: una recreación musical de las comedias de los cincuenta y sesenta. Lo que cantarían Doris Day y Rock Hudson si tuvieran un átomo de swing en el cuerpo.

Musicalmente, tan importante como su marido fue Don Costa, el arreglista que lo fuera también de Sinatra. Costa regalaba a Gormé un elegante fondo de cuerdas de tonos pastel que sin embargo resistía a la tentación de lo cursi. Por eso, la discografía Gormé resiste al kitsch. Con Costa firmaría uno de sus mejores discos, EydieinLove, donde brilla una versión maravillosa del In Love in Vain a la que Charlie Haden homenajeó décadas después. La música de Gormé resiste porque tiene una cálida sutileza que tiembla en el punto exacto entre el jazz y el pop. Poseía además una enorme riqueza de registros. Voz americanísima y swingueante en el Broadway del Guys and Dolls; dominadora de los estándar de Porter, Berlin o Gershwin, capaz de arrancarse por un principio de scat junto a Sinatra en el escenario (con ese jaleo de exclamaciones inconfundible cuando tronaba la orquesta), triunfó comercialmente con Blameitonthe bossa, una canción que ya era claramente pop. Además de los boleros, para los hispanos tuvo divertidísimos guiños que son verdaderas joyas en su discografía: I Feel so Spanish o Mu y Amigos, canción con sabor de boite que los diyeis deberían desempolvar. En los años ochenta visitó España cantando por Armando Manzanero, convertida en señora de la canción melódica en nuestro idioma.

El español le sirvió para desdoblar una carrera que el tiempo arrinconaba en Las Vegas, donde bajo el abrazo de Sinatra se refugió un estilo musical entero. Es, pues, dama última de cierto pop, de ese pop de orquestaciones ricas, de ingenuidad años cincuenta y aspiraciones de sentimiento blues que fue mutando en los años sesenta.

En Las Vegas murió, junto a su marido. Parte del mundo epigonal de Sinatra, Los Panchos y el exotismo de lo americano la llevaron hasta los tocadiscos de nuestros mayores, donde los boleros sonaban sofisticados y puros. ¿No iban a sonar así, si eran boleros ladinos?