domingo, 11 de agosto de 2013

Cruzando el Potomac

 For Pitt
 José Ramón Márquez

Es bastante más fácil salir de la ciudad de Washington que entrar en ella, que parece que las calles estuviesen diseñadas para sacarte de la ciudad. Sin comerlo ni beberlo te encuentras cruzando el Potomac, como hizo George Washington y como debió hacer Petraeus cuando fue su hora, y ya estás metido en esos bosques en los que Mulder y Scully encontraban evidencias extrañas y 'paranormal activity'. Bueno, la verdad está ahí afuera, nos decimos, y con esa ilusión recorremos Maryland hacia arriba en dirección a Pennsilvania. Estamos en los primeros estados que fundaron la Unión, terrenos que fueron de los Shawni, de los Susquehannock, de los Iroqueses, de los que la esmerada colonización anglo francesa no dejó ni las plumas en un proceso delicadísimo de aniquilación del cual nadie se acuerda, porque para las culpas por la cosa india para todo el mundo, al parecer, basta con Cortés.

Bosques feraces, que decía aquél, y a ratos lluvias torrenciales; calor y humedad en la ruta que nos lleva a Pittsburgh, la ciudad de los tres ríos, la ciudad de los puentes, la ciudad del acero cuando el acero no lo producían los mexicanos o los chinos, cuando el acero era un indicador de potencia económica y las naciones avanzadas se tragaban el humo y la contaminación de los altos hornos, de los trenes de laminación porque de él dependía el crecimiento. Digamos que Pittsburgh sería como Avilés, pero a lo bestia y con un siglo de antelación. Por aquellos ríos, el Allegheny y el Monongahela, bajaban el carbón, el purísimo coque que alimenta a los altos hornos, y por el río que nace de la unión de ambos, el Ohio, salía el acero hacia el sur, hasta el Mississipi, para construir rascacielos y puentes y buques. Ya nada queda de aquello: una hilera de chimeneas de una antigua acería sirven de decoración en Pittsburgh Waterfront, y a su sombra en el Longhorn Steakhouse nos empleamos con un T-bone steak.

En 1877, un mes después de que Frascuelo matase miuras en Madrid con El Panadero y Cara Ancha, se puso en funcionamiento el Duquesne Incline, un funicular que sube hasta el mejor punto de observación de la ciudad desde donde se ven la unión de los tres ríos, el Three Rivers Stadium, y los restos ínfimos de Fort Pitt, el fuerte que hicieron los ingleses y que dio origen a la ciudad. De pronto diluvia y hay que continuar. Partimos hacia Chicago.

Duquesne Incline

Chimeneas