viernes, 8 de marzo de 2013

El Valencia

Banega

Francisco Javier Gómez Izquierdo

En Valencia, ínfulas faraónicas se apoderaron de espíritus endemoniados que en vez de proteger un equipo de fútbol decidieron construir un coliseo con dinero de gente desgraciada. No sé cómo va el nuevo campo de Mestalla, pero me consta que anda disparatado en el precio y amenaza con ser la tumba de un club gestionado por alucinados.

        Una cosa sobre todas hace bien el Valencia. Contratar buenos entrenadores... pero como los directivos se creen más que Madrid y Barcelona, no se conforman con ganar la liga de “los otros”, máxima aspiración posible en España, sino que exigen a sus entrenadores sus sueños de orate. Muchos son los técnicos extraordinarios quemados en esa continua y perecedera falla futbolística construida con vanas promesas ante aficionados de mechero fácil.

       ¿Qué podía hacer Unay Emery si una semana antes de empezar la competición le dejaban sin Silva, sin Villa, sin Mata...? ¿Acaso es poco ser y estar detrás de Real Madrid y Barça? Malo es que se lo parezca a la directiva, pero no logro entender la impaciencia y desazón de los aficionados, que parecen esperar un nuevo Rafael Benítez -al que tanto incomodaron- como el segundo Mesías. De momento tienen al Txingurri Valverde, al que considero un extraordinario entrenador y que convendría les durara muchos años, por sus muchos conocimientos y sus innovaciones estratégicas.
      
El Valencia no ha pasado a los cuartos de la championlí porque en Mestalla sesteó Banega y faltó Albelda, que sabe lo que conviene en Copa de Europa..., y en París se durmió de repente Parejo, como se desmayó Mathieu el fin de semana ante el Levante. Lo de Albelda es cosa del entrenador e intentó arreglarlo anoche, pero las pájaras de los futbolistas son impredecibles y ante ellas no hay remedio posible. Banega y Parejo son buenos peloteros. Muchos críticos les tratan de exquisitos y los hacen imprescindibles en las alineaciones, pero a mí me parecen muy descuidados y poco serios. Como si no abandonaran una adolescencia que los bautizó fenómenos y tuvieran licencia para ensayar caprichitos. En un partido de la Sub-21 con resultado incierto, este Dani Parejo llegó a exasperarme en un continuo ensayo de “sotanas” inútiles que como era lógico aceleró la sustitución.
      
Un servidor confiaba en el Valencia, pues las ausencias de Ibra y Verratti hacían al PSG un equipo asequible, a pesar de los Pastore, Lucas y Lavezzi. El gol de Jonás metió el canguelo en el cuerpo de esos nuevos aristócratas del fútbol europeo, pero entonces Parejo creyó estar en el patio del cole y  perdió un balón disputado con ademán bailarín. Superar la frivolidad ya se antojó imposible y como Matuidi no se cansaba, el partido acabó como sospechaba la mayoría.
       
Que conste que yo estaba convencido de que se podía ganar  en París, si la concentración era sobresaliente, pero también creo oportuno señalar que el Valencia no está entre los 8 mejores equipos de Europa. Se ponga el valencianismo como se ponga.