martes, 19 de marzo de 2013

Padres

El Che abriéndose paso en la dictadura franquista para acudir en domingo
 a las  Galerías Preciados de Pepín Fernández en la Avenida de José Antonio
Igncio Ruiz Quintano
Abc

    Tras quitarnos de beber en la calle, de fumar en el bar, de la cesta de Navidad, de la paga extraordinaria de julio y del empleo para toda la vida, tres patas de la cultura franquista quedan en pie: la promoción de la bicicleta, que ahora es una cruzada progre; el día de la madre, que fue una iniciativa del Frente de Juventudes; y el día del padre, que fue una invención de Pepín Fernández, fundador de Galerías Preciados, a petición de los padres.

    Una madre nunca molesta y la bicicleta mueve mucho dinero “de nadie”, es decir, público, por la vía de la subvención: en Madrid, sólo el Eje Ciclista Mayor-Alcalá (una raya de pintura) se llevó cuatro meses de obra y 430.968,07 euros.

    Peor pinta tiene lo del padre, que a su difícil justificación cultural en un mundo feminista se suma el marketing franciscano del nuevo Papado, que con la ayuda del columnismo laico que sabe de Francisco de Asís por la película de Fellini/Rosellini (“Francesco, giullare di Dio”) impone el tratamiento social del “hermanismo” en detrimento del “padrismo”.
  
Al columnismo laico le pega más el buenismo del Papa argentino con sus zapatos de tacón torcido que el intelectualismo del Papa alemán con sus falsos zapatos de Prada, aunque no sé cómo ese columnismo no reparó en Javi Poves, aquel futbolista del Sporting que hace un par de años lo dejó franciscanamente todo (fútbol, nómina y automóvil) por luchar contra la “sinjusticia” del mundo.
  
¡Javi Poves al frente de la nueva Marcha de los Mendigos!

    La mendicidad es el salario del mundo.

    Conozco el caso de unos señores de Madrid que adoptaron a un chico, ya crecido, en la India y se establecieron con él en el barrio de Salamanca. No era mal hijo, pero tenía la manía de hacer pellas para ir a los lugares frecuentados con sus padres a mendigar.

    Entiendo a esos padres: es el mismo sentimiento que tengo yo cuando Linkedin acude por su cuenta a los correos de mis amigos a pedir una caridad.