¿Una peli de Cuenca?
¿Steven de Cuenca?
¿Steven de Cuenca?
Jorge Bustos
Nuestro amigo Ricardo Jonás, subdirector de ese cofre digital que es Jot Down Magazine,
ha emprendido en la revista una sección titulada “El libro que leería
durante la película que no puedo perderme”. Y allí los colaboradores van
reseñando sus obras predilectas, que siempre son cumbres artísticas del
cine y de la literatura. Los colaboradores hablan del libro que les
marcó o de la peli que les impresionó duradera y hondamente y
transparentan en el comentario una sinceridad reñida definitivamente con
la impostura intelectual, con la erudición a la violeta. Eligen el Ulises de Joyce y Ciudadano Kane no para echárselas de tertuliano de Garci en
el escaparate cibernético, sino porque tales obras pueden cambiarle
–así sea un poco– la vida a cualquiera con un mínimo de sensibilidad.
Sin embargo, se trata de obras tan monumentales que su alabanza se
antoja redundante. Yo estoy esperando que el próximo colaborador se
destape con un elogio encendido de Steven Seagal, que no busca cambiarnos la vida porque está demasiado ocupado luxando extremidades.
El arte se ha portado tan mal con Steven Seagal como
Steven Seagal se porta con las articulaciones de los pandilleros que
cometen el error de rodearle en cualquiera de sus películas nunca bien
ponderadas. Yo creo decididamente que el arte y la cultura le deben a Seagal una disculpa. Y deberían darse prisa en expresarla, porque el bueno de Steven puede enterarse en cualquier momento y cobrarse la deuda a su manera un tanto retorcida.
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