Abc
El primer ministro Cameron se plantea limitar la entrada a Inglaterra a los griegos, padres del arte y la literatura que tenemos, y pienso en Korriskosso, aquel poeta lírico al que Eça de Queiroz conoció de camarero en un restaurante de Londres como el que en Madrid frecuenta Gonzalón para comer arroz de oferta.
Era domingo, día sin periódicos, y Queiroz entretenía su almuerzo con un tomo de Tennyson que luego le robó… Korriskosso.
Korriskosso era griego, de Atenas.
Al verlo, Queiroz pensó en Alcibíades y en Platón, en las glorias de una raza estética y libre, perfilándose en su imaginación las líneas augustas del Partenón.
–Pero ¿y mi Tennyson?
Sincerose Korriskoso: le había levantado el Tennyson porque era poeta. Fue diputado en Atenas, donde los gobiernos se desmoronan como las casas, sin motivo (allí todo tiende al polvo en un suelo de ruinas), y estaba refugiado en Inglaterra, donde lo torturaba el contacto permanente con la comida.
–¡Bistec con patatas!
Korriskosso hace odas mientras trabaja, pero estalla ese grito y las aladas fantasías levantan el vuelo como palomas asustadas. ¿Por qué no dejaba aquel cubil? Por amor a Fanny, la criada, con su carnación de inglesa de Yorkshire: leche y rosas. Mas Korriskoso sólo puede escribir sus elegías en su lengua materna… Y Fanny no entiende el griego… Y Korriskosso es sólo un gran hombre… en griego.
Fanny, que ignoraba a Korriskosso, gastaba sus ahorros en cuartillos de ginebra para el hombre al que, babeante, amaba: un “policeman” colosal.
Cada vez que Queiroz pasaba por Londres iba a ver a Korriskosso, que ahí seguirá, más flaco y más fatal, ahora que Cameron, hay que j…, ya no quiere más escombros del Partenón.