Abc
Al parecer la hija de Fabra ha dicho “¡Jehová!” en el Congreso, y hasta aquí llega la lluvia de piedras de las mujeres barbudas en una lapidación a lo Brian.
El 11 de julio de 2012 la derecha aplaudía a Rajoy por los recortes con el mismo entusiasmo que el 12 de mayo de 2010 la izquierda había aplaudido por esos mismos recortes a Zapatero, sólo que el 11 de julio la hija de Fabra gritó “¡Que se j…!”, título de una letrilla que cantaban los marines de la segunda guerra mundial siguiendo la melodía de “Bless’em all” (“Benditos sean”):
–¡Que se j..., que se j..., / los esbeltos, los bajos y los altos; / que se j... todos los sargentos y suboficiales; / que se j... los cabos y sus hijos de p..., / pues a todos ellos les decimos adiós…
La hija de Fabra dice que no se la cantó a los parados, como dicen (con dolor de madres) los socialistas, sino a los socialistas, creadores de los parados, pero en cualquier caso no es canción para una dama, que acaso hubiera estado mejor visitando la exposición madrileña de Treacy, el diseñador de pamelas (“los rojos no usaban sombrero”, era el lema de la sombrerería de la calle Mayor), que dando el cante en el Congreso.
En la socialdemocracia, como en los colegios de monjas, tiene mayor sanción la grosería que la crueldad. El niño que pega a otro pasa por machote que progresa adecuadamente, pero el que suelta palabrotas es amonestado con todo el peso del reglamento.
Al margen de los intereses puntuales del agit-prop, el “¡Jehová!” proferido en el Congreso por la hija de Fabra es muy inferior, por ejemplo, al “¡Jehová!” proferido en TV por Elvira Rodríguez contra Ortega Lara, sin un solo caso de indignación.
La dignidad es una cuestión de fechas.