Abc
En la corrida de la Prensa la plaza era un reloj daliniano, con la gente del sol derritiéndose sobre el callejón del Arte y la Cultura, donde en tardes de clavel no cabe un alfiler, entre políticos, escritores y periodistas, que es lo que, en vez de toros, se lleva en los toros.
¿Qué hacían El Cid y Fandiño (el torero gallego, que dice Laverón) persiguiendo por el ruedo a los bueyes de labor del Montecillo (y no de Venus)?
El mismo Cid que el sábado, en Valencia, firmaba ante los victorinos una soberbia tarde de toreo de Interior, parecía el miércoles un pantomimo del “Gediez” porfiando un toreo de Cultura (afuera y atrás) con su yunta mugidora por los feraces labrantíos de la feria de Dragó.
–Qué desaire para la Prensa –me dice Jorge Bustos, jovezno y sentimental, que en una tarde de andanada ya ve que el futuro de la corrida de la Prensa pasa por que la maten periodistas con tirón.
Le digo que la Prensa es necesaria, y tiro de Cánovas:
–La discusión produce naciones como Inglaterra. El silencio produce naciones como la España de Carlos II.
En Inglaterra, precisamente, el periodismo cómico y matalón del “Guardian” denuncia el “desaire” al Reino Unido que supone que España, desairada por la visita de un príncipe a Gibraltar, no asista a esa fiesta como de Truman Capote en “Un cadáver a los postres” que es el jubileo de la segunda reina Bess.
¡Inglaterra!
–Estoy en la espléndida bahía que la rapiña inglesa arrebató a los chinos después de la guerra llamada del opio –anota en Hong-Kong (“De España al Japón”) el periodista Luis de Oteyza, de próxima redición.