-No podemos pedir un Estado protector que garantice nuestro bienestar, si
hace falta recurriendo al endeudamiento, y después quejarnos de que no
tiene suficientemente autonomía política para seguir garantizándolo. Hay
que reconocer que los prestamistas tienen una muy fea costumbre:
tienden a reclamar el dinero que han prestado, incluso con intereses.
Los prestamistas, de hecho, obedecen más a Marx que a las
Bienaventuranzas evangélicas. Por eso se condenarán todos. Frente a su
impertinencia, un gobierno puede mandarlos, claro está, a freír
churros.... siempre y cuando sus ciudadanos estén dispuestos a pagar el
precio económico correspondiente a su independencia política.