viernes, 23 de diciembre de 2011

El tabarrón de San Ildefonso


Jorge Bustos

Nos cuesta entender que alguien aparte de las abuelas de los serafines ildefonsinos tolere su emasculada cantinela del sorteo de Navidad. En consecuencia, nos cuesta entender la devoción mediática que radios y televisiones conceden a esta fatídica mañana consagrada a la resonancia del gorgorito impune. Tabarrón de tabarrones, chapa de todas las chapas, el sonsonete que de niños nos causaba curiosidad –con un punto de cólera de clase hacia aquellos cursis atildadetes– deviene una tortura audiovisual amplificada por la decepción del décimo que nos languidece sin premio en la mano como la margarita deshojada del cómic que termina en “no me quiere”.

Señores, el numerito de San Ildefonso viene sobrándonos mucho. Ya es hora de decirlo, a ver si lo colamos de rondón en el paquete de recortes de Rajoy para el año que viene. Es un tostón monótono, probablemente caro y seguramente encubridor de algún escandalazo de corrupción que hubiera saltado ayer por la mañana con mucha mayor transparencia. Para culminar la tragedia, el referido sorteo ha quedado ya completamente colonizado por las formas más obscenas de la corrección política, como la cuota de sexo y la cuota de inmigración, de manera que un niño boliviano cante indefectiblemente acompañado de una niña abulense, como compensando metrópoli con colonia y patriarcado con feminismo, en una desalada busca de equilibrio de suspicacias que no hace sino acentuar su forzosidad, como ocurre con todo lo postizo, por otra parte.

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