José Ramón Márquez
Hay que ver el revuelo que se ha montado con el torillo de Zalduendo que no quisieron en Bilbao y lo mandaron de vuelta a la tierra de María Santísima para deleite de los Maestrantes, con sus americanas cruzadas, y de los connoisseurs de lo bueno, que ellos sólo se despeinan un poco para aplaudir a Curro Romero y ahora a Morante de la Puebla, como si esos dos tuviesen algo que ver el uno con el otro.
Resulta que dijo Cuvillo que sus toros eran sólo para Tomás, y que si no había Tomás él se llevaba sus toros y pasaba a mil por hora de que sus cuvis, estirpe de Idílico el padre genésico, hollasen el albero maestrante que traen de Alcalá de Guadaira. A nadie le pareció eso una afrenta para Sevilla. Creo recordar que se llevó los torillos a Málaga, que bastante tienen ellos con la que les está cayendo desde que son de primera, y allí disfrutaron de lo lindo con los cuvis requetecuvis, y que se fastidien los sevillanos. Vamos, que salieron a La Malagueta esas zarrapastrosas reses, con esos cuernecillos y esas caritas y esas culatitas, o sea, lo que el aficionado de base llamaría una porquería, que provocan las mismas arcadas si los ves corretear por la Maestranza, o por El Grullo o por las cloacas de una gran ciudad.
¿Y qué pasa con Zalduendo? ¿Quien fue el nota que compró esa basura para Bilbao? Pues digo yo que sería el señor ése que se asemeja a un can afgano y que ahora pastorea el coso de arena negra, para desdicha de la histórica plaza. ¿Y quién tenía que matar aquella corrida? Pues... eso lo dejaremos piadosamente en manos de la inteligencia del amable lector.
¿Y dicen por ahí que los zalduendis estaban afeitados o arreglados o yo que sé? Pues eso seguro que es mentira. ¡Venga, hombre! Eso es simple y pura envidia, pecado natural del español, porque hay muchos que no soportan que al escrupuloso y sobrio ganadero de Zalduendo le hayan concedido el prestigioso premio de la peña de Roquetas y que, además, lo vaya a compartir precisamente con July, excelso torero que, casualmente, era el que, como el lector inteligente ya adivinó más arriba, tenía que hacerse cargo de matar en Bilbao los leviatanes de Zalduendo, esas fieras. Pura simetría.
Y, sin embargo, constatamos, llenos de dolor, que pasa el tiempo y nadie se hace eco de la demoledora noticia, que ya glosamos aquí hace unos días, de la importante sanción contra los Hermanos Tornay por el infame afeitado de Daimiel. No sé qué oscuros intereses hacen que esa capital información pase desapercibida para todo el mundo y que desaparezca de los portales taurinos y de los blogs, siempre atentos a perseguir los desafueros, porque lo de los zalduendis al lado de lo de Daimiel no es nada, apenas. Lo de Daimiel sí que es grave y, desde luego, no va a quedar impune.
Hay que ver el revuelo que se ha montado con el torillo de Zalduendo que no quisieron en Bilbao y lo mandaron de vuelta a la tierra de María Santísima para deleite de los Maestrantes, con sus americanas cruzadas, y de los connoisseurs de lo bueno, que ellos sólo se despeinan un poco para aplaudir a Curro Romero y ahora a Morante de la Puebla, como si esos dos tuviesen algo que ver el uno con el otro.
Resulta que dijo Cuvillo que sus toros eran sólo para Tomás, y que si no había Tomás él se llevaba sus toros y pasaba a mil por hora de que sus cuvis, estirpe de Idílico el padre genésico, hollasen el albero maestrante que traen de Alcalá de Guadaira. A nadie le pareció eso una afrenta para Sevilla. Creo recordar que se llevó los torillos a Málaga, que bastante tienen ellos con la que les está cayendo desde que son de primera, y allí disfrutaron de lo lindo con los cuvis requetecuvis, y que se fastidien los sevillanos. Vamos, que salieron a La Malagueta esas zarrapastrosas reses, con esos cuernecillos y esas caritas y esas culatitas, o sea, lo que el aficionado de base llamaría una porquería, que provocan las mismas arcadas si los ves corretear por la Maestranza, o por El Grullo o por las cloacas de una gran ciudad.
¿Y qué pasa con Zalduendo? ¿Quien fue el nota que compró esa basura para Bilbao? Pues digo yo que sería el señor ése que se asemeja a un can afgano y que ahora pastorea el coso de arena negra, para desdicha de la histórica plaza. ¿Y quién tenía que matar aquella corrida? Pues... eso lo dejaremos piadosamente en manos de la inteligencia del amable lector.
¿Y dicen por ahí que los zalduendis estaban afeitados o arreglados o yo que sé? Pues eso seguro que es mentira. ¡Venga, hombre! Eso es simple y pura envidia, pecado natural del español, porque hay muchos que no soportan que al escrupuloso y sobrio ganadero de Zalduendo le hayan concedido el prestigioso premio de la peña de Roquetas y que, además, lo vaya a compartir precisamente con July, excelso torero que, casualmente, era el que, como el lector inteligente ya adivinó más arriba, tenía que hacerse cargo de matar en Bilbao los leviatanes de Zalduendo, esas fieras. Pura simetría.
Y, sin embargo, constatamos, llenos de dolor, que pasa el tiempo y nadie se hace eco de la demoledora noticia, que ya glosamos aquí hace unos días, de la importante sanción contra los Hermanos Tornay por el infame afeitado de Daimiel. No sé qué oscuros intereses hacen que esa capital información pase desapercibida para todo el mundo y que desaparezca de los portales taurinos y de los blogs, siempre atentos a perseguir los desafueros, porque lo de los zalduendis al lado de lo de Daimiel no es nada, apenas. Lo de Daimiel sí que es grave y, desde luego, no va a quedar impune.