Una de las aparentes paradojas de nuestra historia contemporánea es la identificación con la Cultura con mayúscula de la II República española, un régimen que se estrenó quemando iglesias y conventos, a ciencia y paciencia no sólo de las autoridades constituyentes o constituidas, sino de una prestigiosa intelectualidad. Algo de eso tenía yo en mi mente cuando, en un acto público, aludía a los sarcasmos con que los ateneístas se burlaban de la “política hidráulica” preconizada por don Joaquín Costa diciendo que alguno de ellos, como el culto Sr. Azaña, prefería una “política ígnea”...
En Viñamarina
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