José Ramón Márquez
Mosterín ha hablado. El profesor Mosterín ha dicho sus cosas y al profesor hay que hacerle caso, que no es ningún charlatán de esos que van por ahí soltando el rollo, que es un profesor que escribe a veces en el diario global en español y al que entre todos los españoles, incluidos los aficionados a los toros, le pagamos el salario. El tío, además, sabe un puñao de la ética y de la moral, que son cosas que están todo el día en el candelero. Entras una mañana en el bar de los caracoles de la calle de Toledo y antes de que te dé tiempo a pedir una caña, ya te ha saltado encima un parroquiano con su Wittgenstein para explicarte que sólo es posible el conocimiento de lo que se ofrece a la percepción y que por ello la única forma legítima de conocimiento es la que corresponde a las ciencias empíricas.
Es posible comprobar empíricamente el amor de los animales por este hombre, que lo mismo los que pueblan los aires, que los corren por la tierra, que los que surcan los mares tienen la fortuna de que en España tengamos a Mosterín, que Mosterín los comprende y los defiende.
-¡Beeeee! -dice la ovejita churra-. ¡Mosterín, esos quieren echar a mi lechazo a un horno de leña!
-¡Muuuuu! ¡Auxilio, Mosterín! -dice la vaca limosina-, ¡que quieren quitarle a mi ternero los jarretes!
-¡Beeeeeee! -dice la cabrita que tira al monte-, ¡defiéndeme, Mosterín, que Toribio quiere asar a mi cabritillo!
-¡Oink! ¡Ayuda, Mosterín, por Dios! -dice el cerdito- ¡que me quieren quitar la pata negra y embuchar mi lomo!
-¡Glu! ¡Mosterín, que me quieren hacer anillas y meterme en un bocadillo en un bar de la Plaza Mayor! -suelta el calamar.
Habla Mosterín:
-El simio debe ser tratado con igualitarismo moral.
La mona Chita aplaude y dice:
-Di que sí, Mosterín, que yo y el del anís del mono somos moralmente iguales a ti.
Entra el torito enamorado de la luna:
-¡Muuuuuu! ¡Gracias, muchas gracias, Mosterín, que me querían echar en manos de El Juli para que me tundiese! ¡A ver si tú puedes terminar con esta hecatombe!
Y la vaca de Milka, berrenda en morado:
-¡Muuuuu! ¡Mosterín, que me roban la leche para que los niños ricos coman chocolate y el ternero se me muere de hambre!
Llega, despavorido, el pato:
-¡Cuac, Cuac! ¡Mosterín, que ese chino me quiere laquear!
Y la gallina:
-¡Pío, pío! ¡Mosterín, que me quieren hacer pepitoria, sálvame!
Habla Mosterín:
-La libertad se reduce a hacer lo que yo quiero; la democracia, a hacer lo que quieren la mayoría de los demás.
Y entonces, el padre de El Juli, tercia:
-¡Pero si los toros son el segundo espectáculo de masas en España por número de espectadores, Mosterín! ¿En qué quedamos con eso de la mayoría de los demás?
-Usted se calla, que de eso no sabe, buen hombre. Eso no es moral. Lo digo yo y basta. Don Julián, por favor no me caliente -sentencia Mosterín-. Si sabré yo bien lo que es eso de la moral, que llevo viviendo a costa de ella desde hace más de treinta años. Si yo digo que no es moral, no es moral y punto, y además mañana, examen.